Renata y el Misterio de la Nariz Perdida



En un bosque lleno de frutas vivía Renata, la veterinaria, en una casita en lo alto de un árbol. Un día, mientras descansaba en su hamaca, la mamá Bambi llegó preocupada.

—Renata, mi bebé no puede oler las flores —dijo la mamá Bambi con voz temblorosa.

Renata se levantó de un salto, acomodándose el delantal.

—No te preocupes, mamá Bambi. Vamos a ver qué le sucede a tu pequeño. —Respondió con una sonrisa tranquilizadora.

Bambi, el pequeño ciervo, se acercó despacito, moviendo la colita pero sin mostrar entusiasmo.

—Hola, Bambi —saludó Renata—, ¿cómo te sientes?

—No lo sé, Renata. Ayer me desperté y no pude oler nada. Las flores son tan lindas, pero ya no puedo disfrutar de su aroma. —Replicó Bambi, mirando al suelo con tristeza.

Renata pensó por un momento y decidió llevar a Bambi al claro del bosque donde crecían las flores más hermosas.

—Quizás sólo necesites un poco más de tiempo, —sugirió Renata, mientras caminaban. Pero a medida que se acercaban, Bambi continuaba sin mostrar interés.

Llegaron al claro lleno de tulipanes, lirios y margaritas, un verdadero festín de colores y aromas. Renata se agachó y le acercó una flor a la nariz de Bambi.

—¿Ves? Esta flor huele delicioso. —Pero Bambi no reaccionó.

—No puedo oler nada, Renata. —Replicó con voz apagada.

Renata se rascó la cabeza, pensativa. Debía haber algo más que descubrir.

—Tal vez necesitamos pedir ayuda. —Dijo finalmente, mientras miraban alrededor. Entonces, se le ocurrió una idea. —¡Vamos a hablar con Lupe, el búho sabio! Él siempre tiene buenas respuestas.

Así que se dirigieron al viejo roble donde Lupe solía pasar el tiempo. Cuando llegaron, Lupe estaba acomodando su nido.

—¡Hola, Lupe! —saludó Renata—. Necesitamos tu ayuda.

—Claro, ¿qué ocurre? —preguntó Lupe, ajustándose las gafas.

—Bambi no puede oler las flores. ¿Sabés por qué? —dijo Renata, mirando a Bambi con preocupación.

Lupe las observó un momento, pensando.

—A veces, los animales necesitamos un cambio de perspectiva, o tal vez algo diferente para estimular nuestros sentidos. ¿Alguna vez probaste cambiar de lugar o captar aromas en otros lugares? —propuso con su voz profunda.

Bambi se quedó mirando.

—¿Como qué? —preguntó, entusiasmándose un poco.

—Podrías intentar oler frutas diferentes, o explorar otras áreas del bosque donde hay olores distintos. —sugirió Lupe—; y mientras buscas, mantén tu mente abierta. A veces, cuando nos obsesionamos con algo, perdemos la habilidad de disfrutar.

Bambi asintió lentamente.

—Tal vez debería intentar oler algo más. —dijo con esperanza.

Renata sonrió y decidió llevar a Bambi a uno de sus lugares favoritos: el huerto de frutas.

—¡Vamos! Hay muchas frutas frescas y jugosas ahí. Tal vez el aroma de las frutas te despierte la nariz. —dijo Renata, moviendo su mano para que lo siguiera.

Cuando llegaron al huerto, el aire estaba lleno de olores dulces y cítricos. Renata le acercó una rebanada de papaya, una de sus frutas preferidas.

—Respira hondo, Bambi. —le dijo.

Bambi tomó una bocanada de aire profundo y cerró los ojos. De repente, una gran sonrisa apareció en su rostro.

—¡Lo siento, Renata! ¡Puedo oler! —exclamó emocionado—. ¡Es maravilloso! —Agregó mientras giraba en círculos con felicidad.

—Eso es, Bambi. A veces solo necesitamos un pequeño cambio para encontrar lo que buscamos. —dijo Renata, feliz por su amigo.

Bambi corrió a oler las diversas frutas del huerto, disfrutando de cada aroma y color. Era un día espléndido.

Mientras tanto, Renata se sintió satisfecha al ver que Bambi había recuperado su alegría. Al caer el atardecer, Bambi regresó al claro lleno de flores.

—¡Mira, mamá! ¡Ahora puedo oler las flores! —gritó mientras se aproximaba a la madre Bambi.

—¡Eso es maravilloso, Bambi! —respondió la mamá Bambi, abrazándolo con ternura.

Desde ese día, Bambi aprendió que a veces, lo que necesitamos está justo a nuestro alrededor, pero debemos estar abiertos a descubrirlo de nuevas maneras. Y así, el bosque encantado volvió a llenarse de los aromas felices de su pequeño ciervo.

Renata sonrió, satisfecha, y decidió que siempre seguiría ayudando a los animales a descubrir nuevas perspectivas en su maravilloso hogar.

FIN.

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