Renata y el viaje a la Luna



Había una vez en un pequeño estanque rodeado de altos sauces llorones, una ranaa llamada Renata. Renata era una ranaa muy curiosa y soñadora.

Pasaba horas mirando la luna brillando en el cielo nocturno y se preguntaba cómo sería llegar hasta allí. Un día, mientras saltaba de nenúfar en nenúfar, escuchó a un grupo de grullas planeando su viaje anual hacia tierras más cálidas.

Se acercó a ellas y les preguntó si podía unirse a su viaje hasta la luna. Las grullas se rieron y le dijeron que era imposible, ya que las ranas no pueden volar tan alto. Renata no se desanimó.

Decidió buscar ayuda entre sus amigos del estanque para encontrar la forma de llegar a la luna. Primero fue a ver al sabio búho Ulises, quien le dijo: "Para alcanzar la luna necesitarás algo que te impulse muy alto en el cielo".

Luego visitó al ágil sapo Ramón, quien le enseñó diferentes formas de saltar más alto. Renata practicaba todos los días saltando cada vez más alto con la ayuda de Ramón.

Hasta que un día, mientras observaba cómo las libélulas volaban por encima de los sauces, tuvo una idea brillante. Corrió hacia ellas y les pidió si podían llevarla hasta la luna con sus alas resplandecientes. Las libélulas dudaron al principio, pero al ver la determinación en los ojos de Renata aceptaron ayudarla.

Juntas idearon un plan: esperarían a que fuera noche de Luna llena para emprender juntas el viaje hacia el cielo.

Llegada la noche señalada, Renata se aferró con fuerza a las espaldas de las libélulas y estas batieron sus alas con toda su fuerza para elevarse por encima del estanque y los altos sauces llorones. La brisa fresca acariciaba el rostro emocionado de Renata mientras ascendían cada vez más alto.

Al fin, llegaron cerca de la luna e hicieron una parada en una nube esponjosa para descansar antes del último tramo del viaje. Allí fueron recibidas por Estrella, una luciérnaga amiga que vivía en ese reino celestial. "¡Estamos casi allí! ¡Gracias por acompañarme hasta aquí!", dijo Renata emocionada.

"Ha sido un verdadero placer ayudarte a cumplir tu sueño", respondió Estrella con destellos luminosos. Finalmente, llegaron hasta donde tocaban los rayos plateados del satélite natural terrestre: ¡La Luna! Renata estaba maravillada por su belleza y cercanía.

"¡Lo logramos! ¡Estoy sobre la Luna!" exclamó felizmente. "Sí querida amiga Ranaa... has demostrado que con esfuerzo y determinación no hay sueño imposible" dijo Estrella iluminando aún más aquel momento mágico.

Y así fue como gracias a su valentía e ingenio, Renata cumplió su anhelado sueño de llegar a tocar la Luna junto a sus amigos voladores; demostrando que cuando se tiene fe en uno mismo y se cuenta con buenos compañeros todo es posible incluso llegar tan alto como lo hizo ella esa inolvidable noche bajo el manto lunar argentino lleno de magia e ilusión infantil.

FIN.

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