Renata y la bendición del pajarito
Había una vez en un hermoso pueblo cerca de las sierras, una familia muy especial que esperaba con mucha emoción la llegada de Renata, la primera bebé en la familia después de muchos años.
Sus padres, Martina y Juan, estaban tan felices con su llegada que no podían dejar de mirarla y abrazarla todo el tiempo. Renata era una bebé rellenita y sonriente, con unos ojos grandes y brillantes que iluminaban a todos a su alrededor.
Desde el primer día, se convirtió en la consentida de sus abuelos, quienes no dejaban de mimarla y cuidarla como si fuera la niña más preciosa del mundo. El día del bautismo de Renata finalmente había llegado.
La iglesia estaba decorada con flores y velas, y toda la familia se había reunido para celebrar este momento tan especial. Renata lucía un vestido blanco hecho a mano por su abuela, quien lo había bordado con mucho amor y dedicación.
"¡Miren qué linda está Renatita! ¡Es tan hermosa como un angelito!" -exclamaba la tía Clara emocionada mientras sostenía a la bebé en brazos. "Sí, es nuestra princesita.
Estamos tan bendecidos de tenerla en nuestras vidas" -respondió Martina con los ojos llenos de lágrimas de alegría. El cura comenzó el ritual del bautismo mientras todos los presentes rezaban en silencio.
Renata parecía estar muy tranquila y feliz durante toda la ceremonia, como si supiera lo importante que era ese momento para su familia. Pero justo cuando el cura iba a rociarle agua bendita en la cabeza a Renata, algo inesperado sucedió.
Un pajarito entró volando por una ventana abierta de la iglesia y revoloteó alrededor del altar antes de posarse delicadamente sobre el hombro derecho del cura. Todos quedaron sorprendidos por esta visita inesperada, pero nadie más que Renata.
La bebé extendió su manito hacia el pajarito con una sonrisa radiante en el rostro, como si estuviera saludando a un viejo amigo. El cura decidió continuar con el bautismo mientras el pajarito permanecía allí posado sobre su hombro.
Cuando finalmente terminó el ritual y todos aplaudieron emocionados, el pajarito salió volando por donde había entrado sin dejar rastro alguno. Desde ese día, se corrió entre los habitantes del pueblo la historia del extraño visitante durante el bautismo de Renata. Algunos decían que era una señal divina; otros simplemente creían que era una casualidad maravillosa.
Pero para Martina y Juan, no importaba cuál fuera la explicación: sabían que Renata estaba destinada a traer alegría y amor a sus vidas.
Y así fue cómo Renata creció rodeada del cariño incondicional de su familia, siempre recordando aquel día especial en que un pequeño pajarito le dio la bienvenida al mundo con su canto melodioso.
FIN.