Renata y sus alas mágicas


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Villa Feliz, una adorable bebé llamada Renata. Renata era una niña muy curiosa y alegre, siempre estaba explorando su entorno con sus grandes ojos brillantes y su risa contagiosa.

Un día, la mamá de Renata decidió que era hora de bautizarla en la iglesia del pueblo. Todos los vecinos estaban emocionados por este acontecimiento tan especial y se prepararon para celebrarlo.

La mañana del bautismo, el sol brillaba en el cielo azul y las campanas de la iglesia repicaban alegremente. Renata vestía un hermoso vestido blanco y todos admiraban lo linda que lucía. -¡Mira qué hermosa está Renata! -exclamó la abuela emocionada.

La ceremonia comenzó con el padre Juan dando la bienvenida a todos los presentes y explicando la importancia del bautismo. Renata miraba a su alrededor con curiosidad, sin entender mucho lo que estaba pasando.

Cuando llegó el momento de verter agua sobre la cabecita de Renata, algo mágico sucedió. En ese instante, un destello dorado iluminó la iglesia y todos quedaron asombrados al ver cómo unas pequeñas alas blancas crecían en la espalda de Renata. -¡Miren, tiene alas! -exclamó sorprendido el padre Juan.

Renata comenzó a revolotear por toda la iglesia entre risas y aplausos de los presentes. Era como si las hadas hubieran descendido para bendecir aquel momento tan especial en la vida de esta dulce bebé.

Todos se maravillaron con el espectáculo que estaban presenciando. Los niños correteaban detrás de Renata intentando atraparla mientras ella volaba juguetona por los rincones de la iglesia.

Finalmente, después de unos minutos llenos de magia y alegría, las alas desaparecieron lentamente dejando a Renata nuevamente en brazos de su mamá, quien no podía contener las lágrimas de emoción.

El padre Juan concluyó la ceremonia con una sonrisa en el rostro y dijo:-Que este bautismo sea recordado como un acto lleno de amor y pureza, donde hemos sido testigos del milagroso poder del cariño verdadero hacia nuestros seres queridos. Y así fue como Renata recibió su nombre sagrado entre risas angelicales y sueños cumplidos en esa hermosa mañana soleada en Villa Feliz.

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