Renato y el gatito en apuros


Había una vez un perro llamado Renato, que era muy desobediente. No importaba cuántas veces su dueño le dijera que no hiciera algo, él siempre hacía lo contrario.

A veces se escapaba de casa y corría por el vecindario causando problemas. Otras veces mordisqueaba los zapatos de su dueño o robaba comida de la mesa. Un día, mientras paseaban por el parque, Renato vio a otros perros corriendo y jugando juntos.

Él quería unirse a ellos pero su dueño le dijo que no podía porque era muy travieso y podría lastimar a los demás perros. Renato se sintió triste y solo. Quería jugar con otros perros pero sabía que su comportamiento lo alejaba de ellos.

Un día, mientras caminaban por el parque nuevamente, Renato notó algo extraño en un árbol cercano. Era un pequeño gatito atrapado en las ramas altas del árbol. "¡Miau! ¡Miau!" gritó el gatito asustado.

Renato sabía que tenía que hacer algo para ayudarlo pero no estaba seguro de qué hacer. Su dueño le dijo: "Renato, si quieres ayudar al gatito tendrás que ser obediente y escuchar mis órdenes".

Renato asintió con la cabeza y prestó atención a cada palabra de su dueño. "Primero debemos encontrar algo para subir al árbol", dijo su dueño señalando hacia una rama baja del árbol cercano. Juntos encontraron palos y ramitas para construir una escalera improvisada hasta donde estaba el gatito.

Renato estaba emocionado de poder ayudar al pequeño felino. "Ahora, con mucho cuidado, sube la escalera y saca al gatito de las ramas", dijo su dueño mientras sostenía la escalera para que no se cayera.

Renato trepó por la escalera y logró sacar al gatito del árbol. El pequeño felino estaba aterrorizado pero Renato lo sostuvo con cuidado en sus patas y bajó por la escalera.

El dueño de Renato los felicitó por ser valientes y trabajar juntos para salvar al gatito. Desde ese día, Renato aprendió que ser obediente era importante no solo para él sino también para ayudar a otros.

Ahora, cuando veía a otros perros jugar en el parque, se acercaba obedientemente a saludarlos sin causar problemas ni peleas. Y siempre recordaba que si necesitaban ayuda, debía escuchar atentamente las órdenes de su dueño para poder ser parte del equipo salvador.

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