René y el tesoro del campo
Había una vez en un campo verde y soleado, un ratón llamado René. René era un ratoncito muy especial, ya que le encantaba el queso más que a nada en el mundo.
Todos los días salía de su madriguera en busca de quesos deliciosos para disfrutar. René no solo se conformaba con cualquier tipo de queso, él buscaba los mejores y más sabrosos quesos que pudiera encontrar.
Los probaba con gran deleite y los guardaba celosamente en su madriguera para comerlos poco a poco y disfrutarlos al máximo. Pero lo curioso de René es que nunca compartía su queso con nadie, ni siquiera con sus amigos ratones.
Un día, mientras René estaba saboreando un exquisito queso azul que acababa de encontrar, se le acercó su amiga Rita, una ratoncita simpática y alegre. "¡Hola René! ¿Qué estás comiendo? Huele delicioso", dijo Rita con entusiasmo.
René, sin levantar la mirada de su preciado queso, respondió fríamente: "Es un queso muy especial y no tengo suficiente para compartir". Rita se sintió triste por la respuesta de René, pero decidió no darle importancia y siguió jugando por el campo.
Sin embargo, esta situación se repitió varias veces, cada vez que Rita o algún otro amigo intentaban acercarse a René mientras comía queso. Con el tiempo, los demás animales del campo empezaron a enterarse de la actitud egoísta de René.
El zorro Lucas, la liebre Martina e incluso el búho Pedro comentaban entre ellos sobre cómo René guardaba todo el queso para sí mismo sin compartirlo con nadie. Un día, cansados de ver la actitud mezquina de René, los animales decidieron hacer algo al respecto.
Se reunieron en secreto para idear un plan que pudiera enseñarle una lección al ratón glotón. Entonces llevaron a cabo su plan: uno tras otro fueron acercándose a la madriguera de René pidiendo ayuda o simplemente compañía.
Al principio él los recibió fríamente como siempre lo hacía cuando interrumpían su momento con el queso; pero poco a poco fue dándose cuenta de lo solitario y egoísta que había sido todo ese tiempo.
Finalmente llegó Rita quien con voz dulce le dijo: "René, todos te queremos mucho pero tu forma de ser nos hace sentir tristes y solos. Compartir también es importante en la vida". René reflexionó sobre sus acciones y decidió hacer un cambio en su actitud.
Entonces invitó a todos los animales a compartir su último trozo de queso azul mientras les pedía disculpas por haber sido tan egoísta.
A partir de ese día renunció a guardar todo el queso solo para él y aprendió el valor maravilloso que tiene compartir momentos especiales con sus amigos. Y así fue como René descubrió que la verdadera felicidad no radica en acumular cosas para uno mismo sino en disfrutarlas junto a quienes más quieres.
Desde entonces se convirtió en un ratón generoso y querido por todos en el campo verde y soleado donde vivían. La moraleja es clara: compartir nos hace más felices.
FIN.