Renzo, Maite y el Coraje del Deporte



Era un día soleado y Renzo y Maite, dos hermanos inseparables, estaban listos para salir a practicar deportes. Todos los días después de la escuela, se ponían sus zapatillas y salían al parque. Renzo era fanático del fútbol y Maite adoraba el atletismo.

"¿Estás lista para correr un poco, Maite?" - preguntó Renzo, mientras ajustaba su gorra.

"¡Claro! Y después podemos practicar un par de tiros al arco, ¿te parece?" - respondió Maite con una sonrisa.

Así, como siempre, comenzaron su rutina diaria. Pero había algo diferente esa noche. La luna brillaba intensamente, y el aire estaba fresco. Cuando terminaron su entrenamiento, comenzaron a caminar de regreso a casa.

Durante su camino, Maite sintió que alguien los estaba siguiendo.

"¿Renzo, vos también sentís eso?" - susurró Maite, mirando por encima del hombro.

"No seas exagerada, seguro es sólo un perro o algo así" - respondió Renzo, aunque también empezó a mirar por el rabillo del ojo.

Sin embargo, la sensación de ser observados creció. Cuando llegaron a la esquina de su casa, notaron que un encapuchado los seguía a distancia.

"Renzo, tenemos que hacer algo, no me gusta esto" - dijo Maite, un poco asustada.

"Tranquila, vamos a seguir caminando, si ve que no le tenemos miedo, tal vez se vaya" - intentó calmarla.

A medida que se acercaban a su casa, el encapuchado se acercó un poco más. Pero en lugar de entrar por la puerta, Renzo se detuvo y dijo:

"¡Espera! Vamos a enfrentarlo. Si se acerca, le preguntamos qué quiere".

"¿Estás seguro?" - preguntó Maite, algo nerviosa.

"Sí, lo único que tenemos que perder es el miedo" - dijo Renzo, decidido.

De repente, el encapuchado salió de las sombras. Era un joven, no un adulto.

"¡Hola! Sigo a ustedes porque me gustan sus esfuerzos!" - dijo el desconocido.

"¿Qué?" - preguntó Maite, confundida.

"Soy un entusiasta del deporte. Cada noche los veía correr y practicar, y pensé que tal vez podrían ayudarme a ser tan rápido como ustedes." - explicó el joven.

Renzo y Maite se miraron.

"Veo que te gusta el deporte, ¡eso está genial!" - dijo Renzo, quitándose un poco el miedo.

"Sí, pero no tengo mucha confianza en mí mismo, siempre me quedo atrás" - agregó el joven.

"¡Eso no es un problema! ¡Podés entrenar con nosotros!" - dijo Maite, emocionada.

A partir de esa noche, los tres hermanos entrenaron juntos. Renzo le enseñó al joven sobre el fútbol, mientras que Maite le mostró algunos trucos de atletismo. Lo ayudaron a ganar confianza y velocidad.

Con el tiempo, el joven se convirtió en un gran amigo de Renzo y Maite, y juntos lograron formar un grupo que salía a correr y jugar fútbol cada noche. Pronto comenzaron a invitar a otros niños del barrio.

"Mirá cuánta gente se unió, ¡esto es increíble!" - exclamó Renzo un día al ver a sus amigos en el parque.

"Y todo comenzó porque nos enfrentamos a nuestro miedo y decidimos ayudar a alguien en lugar de huir" - reflexionó Maite.

A través de su esfuerzo y coraje, Renzo y Maite no solo lograron inspirar a un nuevo amigo, sino también a toda la comunidad del barrio. Cada vez que veían a alguien corriendo o jugando a la pelota, recordaban esa noche en que se enfrentaron a sus miedos. Y así, el deporte se convirtió en un puente que unió a todos.

FIN.

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