Respira, Tita, respira
Había una vez en el bosque de Tortugolandia, una tortuga llamada Tita. Tita era una tortuga muy especial, pero no por ser la más rápida o la más sabia, sino porque siempre estaba enojada.
No le gustaba ir al colegio, se molestaba con sus compañeros, no compartía su comida y nunca escuchaba a sus maestros. Siempre estaba gruñendo y enfadada por cualquier cosa.
Un día, mientras paseaba por el bosque dando patadas a las piedras que encontraba en su camino, Tita escuchó un suave carraspeo detrás de un árbol. Se acercó con curiosidad y descubrió a una anciana tortuga sentada bajo la sombra del árbol. "Hola, pequeña Tita", dijo la anciana con voz calmada.
Tita frunció el ceño y gruñó en respuesta. "Ve... veo que estás bastante enojada hoy", observó la anciana con paciencia. Tita bufó y asintió sin decir nada. La anciana sonrió comprensiva y le dijo: "Sé lo que sientes, querida.
Yo también solía ser como tú, hasta que aprendí una técnica muy especial para controlar mi enojo". Tita levantó una ceja con interés.
La anciana le explicó que cuando sintiera que el enojo crecía dentro de ella, debía tomar tres respiraciones profundas y lentas para calmar su corazón antes de hablar o actuar. Al principio, Tita no estaba convencida de que esa técnica funcionara. Pero decidió darle una oportunidad.
Al día siguiente, cuando uno de sus compañeros le quitó su juguete favorito sin permiso, Tita recordó las palabras de la anciana y tomó tres respiraciones profundas antes de responder. "¿Por qué hiciste eso?", preguntó Tita con calma en lugar de gritar como solía hacerlo.
El compañero se sorprendió por la reacción tranquila de Tita y se disculpó sinceramente. Con el paso de los días, Tita practicaba la técnica cada vez que sentía que el enojo quería apoderarse de ella.
Poco a poco fue notando cambios: se sentía más tranquila, sus compañeros empezaron a acercarse más a ella y sus maestros notaron su esfuerzo por mejorar su actitud. Finalmente, llegó el día en que la anciana tortuga desapareció misteriosamente del bosque.
En su lugar dejó una nota para Tita donde decía: "Recuerda siempre controlar tu enfado con calma y paciencia. Eres dueña de tus emociones". Desde ese día, Tita siguió practicando la técnica enseñada por la sabia tortuga anciana.
Aunque aún tenía momentos difíciles, aprendió a controlar su temperamento y descubrió lo poderoso que era mantenerse tranquila frente a las situaciones complicadas.
Y así fue como Tita se convirtió en un ejemplo para todos en Tortugolandia sobre cómo superar el enfado con sabiduría y paciencia. Y aunque nunca olvidaría a aquella tortuga anciana misteriosa que cambió su vida para siempre, sabía que llevaba consigo un invaluable tesoro: el control sobre sus emociones.
FIN.