Ricitos de Carbón




En un pequeño pueblo rodeado de verdes montañas, vivía una niña llamada Ricitos de Carbón. Su piel era del color más oscuro que se podía imaginar, como el carbón mismo, y por eso la gente del pueblo la llamaba así. Ricitos de Carbón tenía unos rizos negros que parecían bailar con el viento, y unos ojos brillantes como dos estrellas en la noche.

Ricitos de Carbón era una niña alegre y curiosa, siempre con una sonrisa en el rostro. A pesar de ser diferente, nunca se sintió triste por su color de piel. Un día, decidió explorar el bosque que rodeaba su pueblo, y mientras caminaba entre los árboles, se encontró con una familia de osos que vivía en una hermosa casita.

- ¡Hola! ¿Quiénes son ustedes? -preguntó Ricitos de Carbón con su dulce voz.

Los osos se sorprendieron al ver a la niña con su piel oscura, pero pronto se dieron cuenta de que era una niña amable y gentil. Le contaron que se llamaban Papá Oso, Mamá Osa y Bebé Osete, y que estaban buscando bayas para preparar una deliciosa mermelada.

Ricitos de Carbón se ofreció a ayudarles, y juntos recogieron las bayas más jugosas que había en el bosque. Los osos quedaron muy agradecidos y la invitaron a compartir un delicioso desayuno en su casita. Ricitos de Carbón se sintió muy feliz de haber encontrado nuevos amigos que la aceptaban tal como era.

Mientras compartían el desayuno, los osos le contaron a Ricitos de Carbón que también habían sido juzgados por ser diferentes, ya que en el bosque no había osos de su tamaño y color. Pero habían aprendido a quererse y a aceptarse a sí mismos, sin importar lo que los demás pensaran.

Ricitos de Carbón escuchó con atención las palabras de los osos y comprendió que la verdadera belleza estaba en el interior de las personas. Aprendió que ser diferente no es algo malo, sino que cada uno tiene su propia belleza y especialidad.

Desde ese día, Ricitos de Carbón visitaba a los osos con frecuencia, compartiendo momentos felices junto a ellos. Y cada vez que alguien en el pueblo le preguntaba por qué su piel era tan oscura, ella respondía con orgullo: "Porque soy Ricitos de Carbón, y soy hermosa tal como soy".

Y así, Ricitos de Carbón demostró que la verdadera belleza no está en el color de la piel, sino en el amor, la bondad y la aceptación de uno mismo y de los demás.

FIN.

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