Ricitos de Oro y la Lección de los Tres Osos



En un hermoso bosque, donde los árboles susurraban historias al viento, vivía una niña curiosa llamada Ricitos de Oro. Tenía una cabellera dorada que brillaba al sol y un espíritu aventurero que la llevaba a explorar cada rincón del bosque. Un día, mientras paseaba, se topó con una cabaña que nunca antes había visto.

"¿Qué habrá dentro de esa cabaña?" - se preguntó Ricitos de Oro, sin poder resistir la tentación de averiguarlo. Al acercarse, notó que la puerta estaba entreabierta, así que, con mucha curiosidad, decidió entrar.

La cabaña pertenecía a tres osos: Papá Oso, Mamá Osa y Osito. Justo en ese momento, los osos estaban dando un paseo por el bosque.

Dentro de la cabaña, Ricitos de Oro se sintió en un mundo de maravillas. Vio una mesa con tres tazones de avena.

"Tengo un poco de hambre. Voy a probar la avena de estos osos" - murmuró. Primero probó la del tazón grande de Papá Oso.

"¡Está demasiado caliente!" - exclamó.

Luego, probó la del tazón mediano de Mamá Osa.

"¡Está demasiado fría!" - se quejó, frunciendo el ceño.

Finalmente, tomó un poco del tazón pequeño de Osito.

"¡Esta está perfecta!" - exclamó y se la comió toda.

Después, decidió buscar un lugar para descansar. En la sala había tres sillones.

"Voy a probar estos también" - dijo Ricitos. Se sentó primero en el sillón grande de Papá Oso.

"¡Demasiado duro!" - gritó.

Luego, se sentó en el sillón mediano de Mamá Osa.

"¡Demasiado blando!" - respondió desalentada. Por último, se sentó en el sillón pequeño de Osito.

"¡Este es justo lo que buscaba!" - dijo, y se quedó dormida.

Pero mientras soñaba, los tres osos regresaron a casa. Al entrar, Papá Oso dijo:

"¿Quién ha comido de mi avena?"

"¿Quién se sentó en mi sillón?" - preguntó Mamá Osa.

"¿Y quién está durmiendo en mi sillón?" - chilló Osito, asombrado al ver a Ricitos de Oro.

Ricitos de Oro despertó de repente y, al ver a los tres osos mirándola, se sobresaltó.

"¡Lo siento mucho!" - se disculpó.

"No quise hacerles daño, sólo tenía curiosidad."

Papá Oso, en lugar de enojarse, sonrió y dijo:

"Nos alegra que tengas curiosidad, pero hay reglas que debes respetar. Entrar en casa de otros sin permiso no es correcto."

Mamá Osa añadió:

"A veces, nuestra curiosidad puede llevarnos a situaciones inesperadas. Lo importante es aprender de ellas."

Osito tomó la mano de Ricitos de Oro y le preguntó:

"¿Te gustaría ayudarnos a preparar avena para el desayuno en lugar de comer la nuestra?"

"¡Sí!" - respondió Ricitos, emocionada.

Así que todos en la cabaña, juntos, prepararon avena. Ricitos aprendió a respetar la propiedad ajena, a compartir y a trabajar en equipo. Pasaron el día juntos, aprendiendo unos de otros y compartiendo risas.

Cuando la tarde llegó, Ricitos de Oro se despidió de sus nuevos amigos.

"Gracias, osos. Aprendí una lección muy valiosa hoy. Volveré a visitarlos, pero esta vez, les tocará a ustedes venir a mi casa. ¡Me encantaría cocinarles algo!" - prometió.

Los tres osos sonrieron contentos.

"Siempre serás bienvenida, Ricitos de Oro. Tu curiosidad es hermosa, solo recuerda siempre ser respetuosa."

Y así, Ricitos de Oro volvió a su hogar, llena de nuevas experiencias y amigos, con la promesa de regresar pronto. Desde ese día, la curiosidad de Ricitos siempre iba acompañada de respeto y consideración hacia los demás.

FIN.

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