Ricitos de Oro y las Aventuras con los Ositos



Érase una vez una niña llamada Ricitos de Oro, que tenía un cabello rizado y brillante como el sol. Un día, mientras su madre preparaba el desayuno, Ricitos decidió que ya había esperado suficiente y se armó de valor para preguntar:

- Ricitos: "¿Mamá, puedo salir a jugar?"

- Mamá: "Claro, pero cuídate y no te alejes demasiado."

Ricitos salió corriendo al jardín, donde las flores de colores la saludaban y los pájaros cantaban alegremente. Después de un rato jugando, Ricitos vio un sendero que no había notado antes. Sin pensarlo dos veces, decidió explorar.

Mientras caminaba, encontró un pequeño arroyo que serpenteaba entre los árboles.

- Ricitos: "¡Qué lindo lugar!"

De repente, escuchó un ruido detrás de un arbusto y, curiosa, se acercó. Para su sorpresa, ¡eran tres ositos! Uno grande, uno mediano y uno pequeño.

- Osito grande: "¡Hola! Soy Bruno, el osito grande. ¿Quieres jugar con nosotros?"

- Ricitos: "¡Sí! ¿Qué tienen en mente?"

Los ositos le propusieron jugar a las escondidas. Ricitos, emocionada, aceptó enseguida. Se turnaron para contar y esconderse, riendo y corriendo en el claro del bosque. Pero de repente, mientras buscaba a los ositos, Ricitos se dio cuenta de que se había alejado mucho y no podía encontrar el sendero de regreso.

- Ricitos: "Oh no, me perdí..."

Los ositos aparecieron rápidamente.

- Osito mediano: "No te preocupes, te ayudaremos a encontrar el camino de regreso."

- Osito pequeño: "Sí, ¡no hay nada que temer! Todos juntos podemos hacerlo."

Ricitos se sintió aliviada al tener a sus nuevos amigos a su lado. Los ositos le enseñaron a observar las señales de la naturaleza: las hojas en el suelo, el sonido del agua y los cantos de los pájaros.

Después de un rato, los ositos le dijeron:

- Bruno: "Mira, ¿ves ese árbol grande con la corteza rugosa? Ahí hay un sendero que nos lleva de vuelta."

- Ricitos: "¡Sí, lo veo!"

Ricitos recordó cómo los ositos le habían mostrado a escuchar y observar. Siguiendo el camino, pronto llegaron a una pequeña cabaña de madera.

- Osito grande: "Esa es nuestra casa. ¡Vienes a tomar algo!"

Los ositos invitaron a Ricitos a entrar, donde había miel y frutos silvestres deliciosos.

- Ricitos: "¡Esto es delicioso!"

- Osito pequeño: "Nos alegra que te guste. ¡Eres nuestra amiga ahora!"

Mientras disfrutaban de la merienda, Ricitos les contó sobre su vida en el pueblo y cómo siempre había querido tener amigos como ellos.

- Osito mediano: "Puedes venir a jugar cuando quieras. ¡Estamos siempre dispuestos!"

Al cabo de un rato, Ricitos se dio cuenta de que el sol comenzaba a bajar y era hora de regresar.

- Ricitos: "¡Ay! Tengo que volver a casa, ¡mi mamá seguro está preocupada!"

- Bruno: "No te preocupes, te llevaremos al sendero correcto."

Los ositos condujeron a Ricitos de regreso al camino y, antes de despedirse, le dejaron un regalo especial: un pequeño frasco de miel.

- Ricitos: "¡Gracias, amigos! Volveré a visitarlos pronto."

Cuando llegó a casa, su madre la estaba esperando en la puerta.

- Mamá: "¿Dónde estabas, Ricitos?"

- Ricitos: "Mamá, conocí a tres ositos y tuvimos las mejores aventuras. Me enseñaron a seguir el camino y observar la naturaleza. ¡Son mis nuevos amigos!"

Desde ese día, Ricitos siempre se acordó de sus amigos los ositos y de la importancia de explorar, aprender y ayudar a otros. Y así, Ricitos de Oro no solo tenía un cabello brillante, sino también un corazón lleno de amistad y aventuras.

Colorín colorado, este cuento se ha acabado.

FIN.

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