Rima y los lápices mágicos



Había una vez en el colorido reino de Artelandia, una linda niña llamada Rima, que tenía la habilidad de hacer que todo lo que dibujara cobrara vida. Rima vivía en un pequeño pueblo rodeado de praderas y bosques llenos de aventuras por descubrir.

Un día, mientras Rima paseaba por el jardín, encontró un set de lápices mágicos que brillaban con destellos de colores. Sorprendida, los tomó y notó que cada lápiz tenía un número, y sí, ¡eran el 3! Rima sabía que estos lápices eran especiales, ya que estaban destinados a niños de 3 años.

Sin dudarlo, Rima agarró un lápiz magenta con el número 3 y dibujó una puerta en el aire. Para su asombro, la puerta se abrió y la llevó a un mundo mágico donde todo era posible.

Allí conoció a Lilo, un simpático conejito que la llevó a la Montaña de los Deseos, donde los sueños se hacían realidad. En ese sitio, Rima decidió dibujar un globo aerostático con su lápiz mágico. Una vez terminado el dibujo, el globo cobró vida y los dos amigos emprendieron un viaje por los cielos de Artelandia, descubriendo paisajes maravillosos y criaturas fantásticas como dragones que escupían arcoíris y hadas que bailaban entre las nubes.

Después de su emocionante viaje, Rima conoció a Laura, una pequeña mariposa que le pidió ayuda para recuperar los colores de su hogar, la Pradera Encantada, que habían desaparecido misteriosamente. Contando con la ayuda de sus lápices mágicos, Rima dibujó árboles frutales, flores radiantes y arroyos cristalinos que devolvieron el esplendor a la pradera.

Finalmente, Rima y sus amigos regresaron al mundo real, donde descubrieron que los lápices mágicos no solo servían para dar vida a sus dibujos, sino que también enseñaban valores como la amistad, la solidaridad y el respeto por la naturaleza. Con sus nuevos amigos y su maravilloso don, Rima sabía que siempre habría aventuras esperando por ella, solo necesitaba dejar volar su imaginación y colorear su mundo con amor.

FIN.

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