Ringo y su dinosaurio valiente
Ringo era un niño muy curioso que siempre estaba interesado en aprender cosas nuevas. Desde muy pequeño, se había enamorado de los dinosaurios y sabía sus nombres mejor que muchos adultos.
Un día, mientras jugaba con sus dinosaurios de juguete, se dio cuenta de que algo no estaba bien. Uno de ellos tenía una pata rota y no podía caminar. Ringo sintió mucha tristeza al ver a su amigo así y decidió hacer algo al respecto.
"Mami, ¿puedo arreglar a mi dinosaurio herido?" preguntó Ringo con determinación. "Claro que sí, hijo", respondió su mamá sonriendo. Ringo tomó el dinosaurio herido y lo llevó a su habitación.
Allí buscó todo lo que necesitaba para arreglarlo: pegamento, cinta adhesiva y hasta un poco de pintura para disimular la pata rota. Trabajó durante horas sin descansar hasta que finalmente logró arreglarlo por completo.
Pero cuando Ringo regresó al salón con su dinosaurio reparado, se encontró con una sorpresa desagradable: otro niño había llegado a jugar y estaba destrozando todos los juguetes de la casa. "¡No! ¡Deja mis dinosaurios en paz!" gritó Ringo intentando defenderlos.
El otro niño lo miró burlonamente y le dijo:"¿Qué vas a hacer? Eres demasiado chiquito para detenerme. "Ringo sintió cómo las lágrimas comenzaban a brotar de sus ojos. Pero entonces recordó lo que había hecho por su amigo herido: había trabajado duro y perseverado hasta conseguir lo que quería.
Así que decidió no rendirse. Tomó su dinosaurio reparado y se lo mostró al otro niño, diciéndole:"Mira lo que logré hacer por mi amigo herido. Si puedo arreglarlo, también puedo proteger a mis otros amigos.
"El otro niño se quedó sin palabras ante la determinación de Ringo y decidió dejar los juguetes en paz. Desde ese día, Ringo aprendió una valiosa lección: nunca debía rendirse ante las dificultades y siempre debía luchar por lo que quería.
Y así continuó jugando con sus dinosaurios, felices y sanos gracias a su perseverancia.
FIN.