Rita, la Rata Peluda
Érase una vez en un bullicioso hogar de campo, una pequeña rata llamada Rita. A diferencia de las otras ratas, ella tenía un espeso y suave pelaje que brillaba bajo el sol. A todos les encantaba su apariencia, pero Rita era un poco torpe. Siempre se tropezaba con las piedras y los obstáculos del camino.
Un día, mientras exploraba el campo, Rita decidió aventurarse más lejos de lo habitual.
"Hoy voy a encontrar la mejor miga de pan de todo el campo", se dijo emocionada.
Mientras avanzaba con su paso inconfundible, al principio se sentía segura. Pero de repente, ¡zas! Tropieza con una rama.
"¡Ay! No puede ser", exclamó mientras se reía de sí misma.
A pesar de su torpeza, Rita se levantó rápidamente y siguió su camino. Cada vez que se caía, se reía y trataba de aprender de sus errores. Se decía:
"Si me caigo, ¡me levanto!".
Y así fue, tropezando de aquí para allá, pero con la determinación de llegar a su destino. Sin embargo, en su camino encontró un grupo de ratas que se burlaban de ella por su torpeza.
"¡Mirá a Rita! Se cae por todo!", rieron.
Rita sintió un nudo en el estómago, pero decidió no dejar que eso la desanimara. En cambio, les respondió con una sonrisa:
"¡Sí! Pero cada vez que me caigo, aprendo algo nuevo. Mi pelaje es más suave que el de ustedes, y eso es una buena razón para seguir adelante!".
Las ratas se quedaron en silencio, sorprendidas por la valentía y la confianza de Rita. Se dieron cuenta de que, aunque ella tropezaba, nunca se rendía. De esa manera, un poco más motivadas, decidieron seguirla en su búsqueda del pan.
Juntos, continuaron la aventura. En el camino, encontraron un río que necesitaban cruzar para poder llegar a la otra orilla donde había un enorme trozo de pan. Las ratas, que habían estado burlándose de Rita, se sintieron nerviosas ante el desafío del agua.
"No sé si puedo hacerlo", murmuró una de ellas.
Rita, recordando sus propias caídas, les dijo:
"El miedo no nos detiene. Solo significa que tenemos que tratar. ¡Vamos juntos!"
Así, con Rita al frente, todas las ratas se animaron y comenzaron a cruzar el río. Y aunque algunas se resbalaron, aprendieron a ayudar a las que caían. Rita con su pelaje húmedo sonreía mientras ayudaba a cada una a levantarse.
Finalmente, llegaron a la otra orilla y, frente a ellos, estaba el delicioso pedazo de pan que Rita había buscado. Era más grande de lo que habían imaginado.
"¡Lo logramos!", gritaron todas juntas.
Mientras disfrutaban de su premio, las ratas miraron a Rita con admiración.
"Gracias por no rendirte y por enseñarnos a afrontarlo todo con alegría", dijeron.
"Y por recordarnos que siempre podemos levantarnos, no importa cuántas veces caigamos", respondió Rita con una sonrisa.
Desde ese día, Rita no solo dejó de ser la rata peluda que se tropezaba, sino que se convirtió en la rata más querida del campo, un símbolo de valentía y perseverancia.
Y así, cada vez que las ratas del campo veían a Rita, recordaban que a veces tropezar no es algo malo, sino solo una forma de aprender y lograr grandes cosas juntos. Y, por supuesto, siempre hay un delicioso trozo de pan esperando al final del camino.
FIN.