Rizos de Amistad



Lulú estaba emocionada por comenzar su año escolar en una escuela nueva. Había estado esperando este momento durante mucho tiempo y no podía esperar para hacer nuevos amigos.

Su madre le peinó el cabello rizado de Lulú, haciéndola lucir aún más hermosa. Cuando llegó a la escuela, la profesora presentó a Lulú a sus compañeros de clase.

Todos parecían amables y sonrientes, pero había una niña llamada Sofía que se acercó a Lulú con una expresión desagradable en su rostro. Sofía miró el cabello rizado de Lulú y dijo con voz burlona: "No seremos amigas porque tu cabello no es liso como el nuestro". Lulú quedó sorprendida y triste por las palabras de Sofía.

No entendía por qué alguien no querría ser su amiga solo por tener el cabello rizado. Pero en lugar de dejarse llevar por la tristeza, decidió convertir esta situación en algo positivo.

Esa misma tarde, mientras caminaba hacia su casa pensativa, se encontró con un pajarito que tenía un nido lleno de ramitas retorcidas. El nido era hermoso y acogedor, aunque no seguía los patrones perfectos que uno podría esperar.

Lulú sonrió al darse cuenta de que ella también era como ese nido: única y especial a su manera. Decidió demostrarle a Sofía y al resto de sus compañeros que tener el cabello rizado no hacía ninguna diferencia en quién era ella como persona.

Al día siguiente, cuando Lulú llegó a la escuela, llevaba una diadema con flores coloridas en su cabello rizado. Todos sus compañeros se sorprendieron al verla y la admiraron por ser tan valiente y original.

Durante el recreo, Sofía se acercó a Lulú y le dijo: "Me encanta tu diadema, ¿puedes enseñarme a hacer una igual?"Lulú sonrió y aceptó ayudar a Sofía.

Juntas, buscaron ramitas retorcidas en el patio de la escuela y comenzaron a crear hermosas diademas para todas las niñas de la clase. Pronto, todos estaban usando diademas únicas hechas de ramitas retorcidas. Lulú había demostrado que no importa cómo sea nuestro cabello, lo importante es aceptarnos y celebrar nuestra individualidad.

A partir de ese día, todos los niños de la escuela aprendieron a valorar las diferencias entre ellos y se convirtieron en grandes amigos. La historia de Lulú nos enseña que no debemos juzgar a alguien por su apariencia o por algo tan superficial como el cabello.

Cada uno de nosotros es único y especial, y eso es lo que hace que el mundo sea un lugar maravilloso para vivir.

Desde aquel día, Lulú siempre llevaba consigo una pequeña ramita retorcida como recordatorio de cuán fuerte fue al enfrentarse a los prejuicios y convertirlos en amistades verdaderas. Y así, ella siguió siendo feliz en su nueva escuela llena de amigos comprensivos y amorosos.

FIN.

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