Rizzo y la fiesta de hojas



Era un hermoso día de otoño en el Bosque Colorido, y Rizzo, el erizo, estaba muy emocionado. Las hojas de los árboles se estaban tiñendo de rojo, amarillo y naranja, y Rizzo sabía que eso significaba una cosa: ¡era tiempo de preparar la gran fiesta de hojas!

Rizzo se estiró en su pequeña cama de hojas secas. "Hoy voy a invitar a todos mis amigos y contaremos cuántas hojas tenemos para hacer decoraciones. ¡Seremos los mejores en la fiesta!"- dijo Rizzo mientras daba suaves saltitos de felicidad.

Primero, Rizzo salió a buscar a su mejor amigo, el conejo Roco.

"¡Roco!"- gritó Rizzo cuando lo vio saltar. "¡Vamos a recolectar hojas para la fiesta!"-

Roco se acercó muy contento. "¡Sí, Rizzo! Yo puedo traer hojas grandes y tú puedes buscar las pequeñas. ¡Vamos a ver cuántas podemos reunir!"-

Juntos, se pusieron a recolectar hojas. Rizzo se agachaba y levantaba hojas pequeñas, mientras que Roco saltaba alto para atrapar las más grandes.

"Yo tengo una, dos, tres... ¡Cinco hojas!"- dijo Rocco, contando en voz alta.

"¡Yo tengo dos, tres... siete hojas!"- contestó Rizzo, emocionado.

Cuando terminaron, se sentaron a contar todas las hojas juntas.

"¿Entonces cuántas tenemos en total?"- preguntó Rizzo.

"Cinco más siete..."- Roco se quedó pensando.

"¡Son doce!"- respondió Rizzo aplaudiendo.

"¡Sí! ¡Twelve! ¡Twelve!"- celebraron.

Justo cuando estaban por empezar a decorar, vieron al pato Pedro acercándose con una cara triste.

"¿Qué te pasa, Pedro?"- le preguntó Rizzo.

"No tengo hojas para la fiesta y me siento solo..."- suspiró el pato.

"¡No te preocupes, amigo! ¡Ven con nosotros!"- dijo Rizzo. "¡Podemos compartir nuestras hojas!"-

"¿De verdad?"- preguntó Pedro, levantando la mirada.

"Claro, así todos podemos vivir la alegría del otoño juntos!"- dijo Rocco.

Rizzo, Roco y Pedro se unieron, y juntos buscaron más hojas. Rizzo, mientras recolectaba, pensó que podían convertir esta actividad en una divertida suma.

"Ahora somos tres. ¿Cuántas hojas necesitamos en total?"-

"¡Trece, catorce, quince!"- contaban mientras recogían.

"Si todos traemos más, ¡nuestra fiesta será aún más linda!"- dijo Rizzo mientras contaban con los dedos.

Después de un rato, ya tenían muchas hojas: una montaña de hojas coloridas que parecía un arcoíris.

"¡Ahora sí que estamos listos para la fiesta!"- dijo Pedro emocionado. "Gracias, amigos. ¡Por fin me siento parte de esto!"-

Cuando terminó el día, todos los amigos se reunieron en la gran raíz del viejo roble. Habían decorado el lugar con hojas de todos los colores, y con cada hoja que colgaban, se divertían contando y sumando.

"Hoy aprendí que la amistad cuenta tanto como las hojas que recolectamos"- dijo Rizzo al mirar a sus amigos.

"Y que al compartir, siempre tenemos más"- agregó Roco.

La fiesta comenzó al caer el sol. Todos cantaron, bailaron y compartieron historias, decoraciones y, sobre todo, risas. El bosque se llenó de alegría, y Rizzo se sintió el erizo más afortunado del mundo, porque no solo había recolectado hojas, sino también amigos con quienes compartir su felicidad.

Y así, Rizzo y sus amigos aprendieron que en otoño, al igual que en la vida, contar con buenos amigos hace que cualquier momento sea más especial.

Al final del día, Rizzo se despidió de todos con una gran sonrisa. "¡Hasta la próxima fiesta!"-

"¡Hasta luego, Rizzo!"- gritaron todos juntos.

Y así, el erizo Rizzo siguió disfrutando cada otoño, siempre acompañado por sus amigos y la magia de contar hojas y risas juntos.

FIN.

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