Roberto y Su Gran Aventura
En un pequeño barrio de Buenos Aires, un chico llamado Roberto vivía en una casa con su familia. Roberto era un niño muy curioso, con un gran corazón y una energía inagotable. Siempre soñaba en grande, especialmente cuando se trataba de correr, saltar y jugar en el parque que estaba cerca de su casa.
Un día, mientras jugaba con su pelota en el parque, Roberto escuchó a algunos chicos hablando de una competencia que se iba a llevar a cabo. Se llamaba "La Gran Carrera del Barrio" y prometía ser la mejor del año. ¡El premio era una medalla dorada y un trofeo gigante!"Yo quiero participar!" - dijo Roberto emocionado, mientras miraba a los otros niños.
Los niños, que eran un poco mayores que él, comenzaron a reírse.
"Pero fijate, sos muy bajo para correr llenos de chicos grandes como nosotros!" - comentó uno de ellos riendo.
Roberto sintió un nudo en el estómago. Sin embargo, no dejó que eso lo desanimara. Sabía que tenía un gran deseo en su corazón.
Al llegar a casa, le contó a su hermana Ana sobre la carrera.
"Ana, quiero participar, pero los chicos me dijeron que soy muy bajo!" - se quejó Roberto.
Ana lo miró con una sonrisa y le dijo:
"Roby, lo más importante es que te diviertas, sin importar lo que digan los demás. Si no lo intentás, nunca vas a saber de qué sos capaz."
Inspirado por las palabras de su hermana, Roberto decidió inscribirse en la carrera. Pasaron los días, y comenzó a practicar en el parque. Con cada zancada y cada salto, se sentía más seguro, más fuerte y más feliz.
Llegó el día de la carrera. El parque estaba lleno de chicos de todas las edades. Algunos eran altos, otros bajos, algunos corrían muy rápido, y otros eran más lentos. Roberto miró a su alrededor y sintió mariposas en el estómago. Sin embargo, recordó la confianza que su hermana le había dado y se sintió preparado.
"¡Que comience la carrera!" - gritaron los organizadores.
Roberto salió disparado junto con los demás. Aunque era más bajo y no podía correr a la misma velocidad, saltó lo más que pudo, y aunque algunos chicos lo sobrepasaban, no se desanimó.
"¡Vamos, Roberto!" - gritaban algunos de sus nuevos amigos.
Cuando llegaron a la mitad del circuito, había una subida muy alta. Los niños más altos comenzaron a tener problemas porque se cansaron más rápido.
"¡Ay! No puedo más!" - exclamó uno de ellos, sentándose a un lado de la carrera.
Roberto, que había estado practicando saltos en los últimos días, decidió aprovechar la oportunidad. Con un gran impulso, comenzó a saltar en la subida. Los pequeños saltos lo ayudaron a avanzar, mientras otros chicos luchaban por subir.
"¡Mirá cómo salta!" - gritó Ana desde la línea de espectadores, emocionada.
Con cada salto, más y más espectadores se animaban. Roberto sintió una fuerza dentro de él que nunca había sentido antes. Así, logró mantenerse por delante de varios competidores.
Finalmente, llegó a la meta. Aunque no fue el primero, recibió un fuerte aplauso de todos. Cuando el ganador levantó su trofeo gigante, Roberto aplaudió junto con todos los demás. El organizador se acercó a él y le dio una medalla por su perseverancia.
"Roberto, may, sos un gran deportista!" - le dijo el organizador, dándole la medalla dorada.
"No me importe el tamaño!" - exclamó Roberto, mostrando su medalla a tutti en la carrera.
Desde ese día, los chicos que antes se habían reído de él cambiaron de actitud. Ahora lo miraban con respeto y admiración. Roberto no solo había ganado una medalla, sino también nuevos amigos.
Así, aprendió que lo más importante en la vida no son los premios, sino el esfuerzo, la amistad y el valor para seguir adelante.
"Gracias, Ana, por darme fuerzas para participar" - le dijo Roberto a su hermana.
Ana sonrió.
"Siempre voy a estar acá para alentarte, hermano. Lo que importa es que nunca dejes de soñar en grande."
Y así, Roberto continuó participando de carreras, explorando sus limitaciones, disfrutando el deporte y, lo más importante, ¡siempre llevándose un gran corazón en cada aventura!
FIN.