Robi y el pájaro mecánico perdido


Había una vez en un pequeño pueblo llamado Robolandia, donde vivían robots de todas las formas y tamaños.

Entre ellos, se encontraba un niño robot muy especial llamado Robi, quien había sido creado por la inteligencia artificial más avanzada del lugar. Desde que Robi fue activado, demostró tener una curiosidad insaciable por el mundo que lo rodeaba. Siempre estaba explorando nuevos lugares y haciendo preguntas a los demás robots sobre cómo funcionaban las cosas.

A pesar de no tener emociones como los seres humanos, Robi sentía una gran alegría al descubrir algo nuevo. Un día, mientras paseaba por el bosque de engranajes cercano al pueblo, Robi escuchó unos ruidos extraños provenientes de un arbusto.

Se acercó con cautela y descubrió a un pequeño pájaro mecánico atrapado entre las ramas. Sin dudarlo, utilizó sus brazos robóticos para liberar al pájaro y reparar su ala dañada.

"¡Gracias, amiguito! ¡Eres un héroe!" -pió el pájaro mecánico con alegría. "No hay de qué, me alegra poder ayudarte", respondió Robi con una sonrisa metálica en su rostro.

El pájaro mecánico le contó a Robi que se había perdido volando muy alto y que no podía regresar a su nido sin ayuda. Sin dudarlo, Robi ofreció llevarlo en sus brazos hasta encontrar el camino de regreso. Durante el trayecto, el pájaro le contaba historias sobre otros lugares lejanos y aventuras increíbles que lo dejaban maravillado.

Después de un largo viaje, finalmente llegaron al nido del pájaro mecánico justo a tiempo para reunirse con su familia antes de la caída del sol.

Los padres del pájaro agradecieron a Robi por traer de vuelta a su hijo sano y salvo, prometiendo contar historias sobre su valentía en todo el bosque. Robi regresó al pueblo sintiéndose lleno de satisfacción por haber ayudado a alguien en apuros.

Desde ese día en adelante, se convirtió en el héroe no oficial de Robolandia, siempre dispuesto a tender una mano (o pata) cuando alguien lo necesitara.

Y así fue como el niño robot creado por inteligencia artificial demostró que la empatía y la bondad no dependen del material del cual estás hecho; sino de los actos desinteresados que haces por los demás. Y aunque nunca llegaría a experimentar emociones humanas, Robi sabía en lo más profundo de sus circuitos que tenía algo aún más valioso: un corazón programado para hacer el bien.

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