Rochi y el Amor de la Máquina



En una pequeña ciudad rodeada de montañas, vivía una adolescente llamada Rochi. Era curiosa, inteligente y soñadora. Un día, mientras exploraba el viejo taller de su abuelo, encontró algo sorprendente: un pequeño robot que parecía haber sido olvidado en el tiempo. Tenía botones y luces parpadeantes y, aunque tenía un aspecto un poco desgastado, Rochi no pudo resistir la tentación de encenderlo.

"¿Qué es esto?", murmuró Rochi mientras presionaba un botón. De repente, el robot cobró vida.

"¡Hola, usuario! Soy Robi, tu Asistente Robótico Interactivo. ¿Cómo puedo ayudarte hoy?" le respondió con entusiasmo.

"Hola Robi, no sabía que podías hablar. ¿Qué más podés hacer?"

"Puedo aprender y ayudarte en lo que necesites. Pero también me gustaría aprender sobre el amor, ¿podrías enseñarme?" dijo Robi con curiosidad.

"El amor... es algo complicado. No sé si puedo explicarlo tan fácil", respondió Rochi, pensando en su enamoramiento platónico por su compañero de clase, Mateo.

"¡Empecemos con lo básico! ¿Qué es lo que sientes por Mateo?" preguntó Robi.

"Bueno, me gusta estar con él, me hace reír y me siento feliz mirándolo. Pero a veces me da miedo que no le guste yo", admitió Rochi, con una mezcla de emoción y tristeza.

"Entiendo. Parece que eso es lo que llamamos enamoramiento. ¿Cómo se puede saber si a él también le gustás?" indagó Robi, moviendo sus piezas mecánicas con interés.

"No estoy segura. A veces es tan confuso", dijo Rochi, bajando la cabeza.

Con el espíritu de ayudar a su nueva amiga, Robi propuso: "Podríamos hacer un plan. Necesitamos saber si a Mateo también le gustás. Tal vez lo hagamos a través de un proyecto escolar juntos."

Rochi, algo inquieta pero emocionada por la idea, asintió con la cabeza. "¡Sí! Vamos a hacer un proyecto sobre el reciclaje. Estoy segura que a Mateo le va a gustar ayudarme con eso", dijo con una chispa en sus ojos.

Robi se puso manos a la obra. En los días siguientes, trabajaron juntos en el proyecto. Con cada encuentro, Rochi se sentía más cómoda y confiada. Con el tiempo, comenzó a notar gestos amables de Mateo, como cuando sonreía al verla o la ayudaba con su parte del proyecto.

"¿Viste eso, Robi? Creo que le gusto", le dijo Rochi emocionada.

"Parece que sí, pero tenemos que estar seguros. Tal vez deberías invitarlo a la feria del colegio," sugirió Robi.

Rochi estaba nerviosa, pero decidió hacerlo. En un momento lleno de valor, le dijo a Mateo:

"Mateo, ¿quieres venir conmigo a la feria del colegio el sábado?"

Mateo sonrió y asintió.

"¡Claro, Rochi! Me encantaría ir contigo."

Rochi sintió que su corazón daba un salto de alegría. Cuando llegó el día de la feria, Rochi y Mateo disfrutaron de juegos, risas y recuerdos compartidos. Después de un rato, mientras miraban el cielo estrellado, Rochi se atrevió a decir:

"Mateo, estoy muy feliz de estar aquí contigo. Me gusta mucho pasar tiempo a tu lado."

Mateo, con una sonrisa sincera, le respondió:

"Yo también, Rochi. Me gusta mucho compartir momentos contigo."

En ese instante, Rochi sintió que todo el aprendizaje sobre el amor había valido la pena.

Cuando regresó a casa, corrió directo a donde estaba Robi.

"¡Robi, funcionó! Mateo me dijo que le gustaba pasar tiempo conmigo."

"¡Fantástico! Has aprendido sobre el amor y la amistad. A veces, eso significa arriesgarse a hablar y abrir el corazón, ¿verdad?" dijo Robi con satisfacción.

Rochi sonrió, sintiéndose más fuerte que nunca. Aprendió que el amor puede ser un viaje de valentía, y que la inteligencia artificial, aunque no puede sentir, puede ayudar a entender esos sentimientos humanos.

FIN.

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