Rocío y el Valor de la Amistad



Rocío era una niña muy especial. Aunque no podía ver, tenía un mundo lleno de colores en su mente y una sonrisa que iluminaba las mañanas. Todos los días, su mamá la llevaba a la escuela, donde Rocío escuchaba atentamente a sus compañeros y disfrutaba de aprender cosas nuevas. Sin embargo, había dos niños en la clase, Daniel y Joaquín, que no entendían su manera de ser.

Un día, mientras la maestra explicaba la lección sobre los animales, Daniel dijo en voz alta:

- Miren, ahí viene Rocío con su bastón, como si fuera un perro guía.

Joaquín se rió y agregó:

- Sí, ¡tal vez debería tener un perro también!

Rocío, sintiendo el murmullo a su alrededor, decidió concentrarse en la voz de la maestra. Pero en su corazón, sentía que el duelo de burlas lastimaba su alma.

Al finalizar la clase, Rocío salió al patio de la escuela, donde jugaban todos los niños. Al principio, decidió sentarse sola en un banco. Entonces, escuchó pasos acercándose. Era su amiga, Valeria.

- ¿Por qué no juegas con nosotros, Rocío? - le preguntó Valeria.

- No sé... Tal vez no quieran que me una. - respondió Rocío, con la voz un poco triste.

Valeria se sentó a su lado.

- ¿Por qué no les demuestras lo valiente que sos? Podés jugar a las escondidas. No importa que no veas. ¡Podés usar tus otros sentidos!

Rocío pensó en la idea. Era cierto, su sentido del oído era muy agudo. Entonces, se levantó y decidió jugar. La mayoría de los niños se sorprendieron cuando Rocío se unió, algunos incluso se reían un poco al principio.

La maestra pasó por el patio y vio a Rocío de pie, lista para jugar. Ella, al notar que había un murmullo extraño entre Daniel y Joaquín, se acercó y les dijo:

- ¿Todo bien, chicos?

Daniel, tratando de justificarse, dijo:

- Estábamos, eh... bromeando una poco…

- No está bien burlarse de los demás. Rocío es valiente y tiene mucho que enseñarnos. ¿Sabían que ella puede escuchar cosas que muchos no escuchan?

Los chicos se miraron, un poco avergonzados.

- ¿Cómo puede escuchar más que nosotros? - preguntó Joaquín.

La maestra sonrió y explicó:

- Rocío puede escuchar la respiración de los árboles y el canto de los pájaros. Es diferente y eso la hace especial.

Valeria, que estaba escuchando, se animó y dijo:

- Escuché que la tarde pasada, Rocío escuchó cómo caían las hojas de un árbol.

Rocío, sonriendo, se sumó:

- Sí. Y también puedo oír las risas de mis amigos, que es lo que más me gusta.

De repente, Daniel y Joaquín sintieron que su burla no había sido divertida y que Rocío había demostrado más valor del que ellos habían imaginado.

- Rocío, ¿te gustaría ser la que cuenta y nosotros nos escondemos? - preguntó Daniel, con un tono un poco tímido.

- ¡Sí, eso sería genial! - dijo Joaquín.

Rocío aceptó la propuesta y, esa tarde, los niños jugaron felices, corriendo y riendo. Rocío contaba hasta diez mientras los demás se escondían. Todo el patio resonaba en alegría, y Rocío, con cada cuenta, se sentía más y más parte del juego.

Desde aquel día, Daniel y Joaquín aprendieron a conocer a Rocío y a valorarla. Se dieron cuenta de que no debían burlarse de las diferencias, sino celebrar lo que cada uno traía al grupo. La amistad se volvió más fuerte y Rocío, siempre con su sonrisa, ayudó a sus compañeros a ver el mundo con otros ojos.

Esa tarde, Rocío no solo había jugado, sino que había enseñado a sus amigos el mejor significado de la amistad: aceptar y valorar las diferencias.

Y así, en la escuela, la risa y la alegría florecieron como nunca antes, todo gracias a una niña valiente que, aunque no podía ver, sabía que el verdadero valor estaba en el corazón.

FIN.

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