Rocío y la Melodía Perdida



En el corazón del bosque, vivía Rocío, una lora de plumas coloridas y un gran corazón. Sin embargo, a pesar de su hermosura, Rocío tenía un gran problema: no podía cantar. Todos los días, sus amigos, como Tito el tucán y Lila la ardilla, se reunían para hacer música. "¡Vamos, Rocío! ¡Canta con nosotros!" -le decían alegremente, pero Rocío, un poco frustrada, respondía:

"No puedo, mis notas no suenan como las de ustedes."

Rocío se sentía triste porque siempre quería participar, pero las palabras de aliento de Tito y Lila no la convencían del todo.

Una tarde, mientras todos se preparaban para un gran concierto en el claro del bosque, Rocío decidió que no se quedaría atrás y fue a buscar una forma de aprender a cantar. Caminó hasta la sabiduría del viejo búho, que era conocido por sus consejos.

"Viejo Búho, necesito tu ayuda! Quiero cantar como mis amigos, pero no puedo. ¿Qué debo hacer?"

El búho, con su mirada serena y su voz profunda, le respondió:

"Rocío, no todos los cantos son iguales, cada uno tiene su belleza. Encuentra tu propia melodía, y seguramente tus amigos te apoyarán."

Rocío se sintió un poco animada. Pero, ¿cómo encontraría su propia melodía? A medida que pasaban los días, observó a sus amigos más de cerca.

Cada uno tenía un estilo diferente. Tito hacía risas, Lila usaba tonadas juguetonas, y la tortuga Tula tenía un canto suave y pausado.

"Quizás no necesito imitar, sino crear algo nuevo!" -pensó Rocío.

Decidida, comenzó a experimentar. Intentó hacer sonidos que nunca habían sido escuchados por los demás. A veces sonaba como un silbido, otras veces como un murmullo pero nunca lograba la melodía que soñaba.

Un día, mientras estaba en la cima de cerro del bosque, y sintiendo la brisa en su cara, decidió que era el momento de intentarlo una vez más. Se armó de valor y gritó con todas sus fuerzas:

"¡Caaaantareeeeee!"

Para su sorpresa, el eco le devolvió una respuesta melodiosa. "¡Eso es!" -exclamó emocionada. Rocío comenzó a jugar con su propia voz. Un día, hizo un rítmico sonido como un tambor.

"Me gusta eso, Rocío!" -gritó Tito, quien la escuchaba desde abajo. Lila no tardó en subir para unirse a la diversión:

"¡Eso es!

¡Sigue así!"

Rocío, emocionada, sintió que sus amigos estaban disfrutando de su estilo. Después de semanas de práctica, llegó el día del gran concierto en el claro del bosque.

"Rocío, ¿vas a cantar hoy?" -preguntó Lila con una sonrisa.

"Sí, encontré mi propia voz y tengo una sorpresa para todos!"

Cuando llegó el momento, todo el bosque se llenó de animales dispuestos a escuchar. Rocío, con un poco de nervios, se subió al tronco del árbol.

"Hoy no cantaré como ustedes, sino que compartiré algo especial", -anunció. Luego, con una mezcla de armonías, sonidos y ritmos, comenzó a cantar su melodía única.

Los animales se quedaron en silencio, atrapados por el sonido original que Rocío había creado. Al terminar, hubo un aplauso ensordecedor.

"¡Eso fue hermoso!" -gritó Tito.

"¡Eres una gran artista, Rocío!" -dijo Lila, saltando de alegría.

Rocío sonreía de oreja a oreja.

"Nunca pensé que mi canto pudiera hacerlos tan felices. ¡Gracias por su apoyo!"

Así, Rocío aprendió que cada uno tiene su belleza, y que no hay una única manera de cantar. Desde ese día se unió al coro del bosque, donde su melodía única resonó junto a las voces de sus amigos.

Y así, el bosque sonó más alegre que nunca, gracias a la lora que encontró su propia voz, gracias a la ayuda de sus amigos y a su valentía para ser auténtica.

FIN.

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