Rocío y su R



Era una vez un niño llamado Tomás que vivía en un hermoso barrio lleno de árboles y risas. Tomás era un chico brillante, siempre curioso y con una gran imaginación. Sin embargo, había algo que lo hacía sentir un poco inseguro: no podía pronunciar el fonema 'R'. Es decir, siempre que intentaba decir "ratón" o —"rey" , el sonido salía como un suave 'L'. Y esto lo preocupaba, especialmente porque se acercaba el día del talento en su escuela, donde cada uno debía mostrar algo especial.

Una tarde, mientras paseaba por el parque buscando inspiración para su presentación, encontró a un pajarito colorido que cantaba en una rama. Tomás quedó maravillado con la alegría que transmitía ese pequeño ser, así que decidió acercarse.

"Hola, pajarito. ¿Cómo te llamás?" - preguntó Tomás.

El pajarito giró su cabecita y pareció escuchar.

"Yo me llamo Rayo, y canto para alegraR el día" - dijo el pajarito, haciendo un curioso giro en su rama.

Tomás sonrió, pero al pronunciar 'Rayo', se dio cuenta de que, una vez más, no podía pronunciar la 'R'.

"¡Oh! Quisiera cantar como vos pero..." - empezó a decir.

"¡Pero! ¡A no rendirse, amigo!" - interrumpió Rayo, agitando sus alitas de colores. "Todos tenemos algo en que trabajar, yo también tengo un sueño. Sueño con cantar en el festival del bosque y necesito tu ayuda para conocer las letras de las canciones más difíciles."

Tomás puso atención. Nunca antes había pensado que Rayo también podría tener un desafío.

"¿Cómo puedo ayudarte?" - preguntó Tomás.

"Si me ayudás a practicar, yo te enseño a pronunciar la 'R'." - dijo Rayo entusiasta. "Vamos a hacer un trato."

Tomás sintió una chispa de esperanza.

"¡Trato hecho!" - exclamó, emocionado.

Y así comenzó la peculiar amistad entre el pajarito y el niño. Todos los días después de la escuela, Rayo enseñaba a Tomás diferentes palabras que contenían la difícil 'R' mientras él practicaba su canto.

"Rey, río, ratón... ¡Practica conmigo!" - decía Rayo mientras Tomás repetía.

Al principio, estaba muy difícil. A veces ni siquiera podía pronunciar la palabra "arcoíris", pero nunca se desanimó. Más bien, se reía de sus errores.

"¡Rayo, soy un desastre!" - exclamaba Tomás, riendo.

"¡Eso no importa! Cada error es una oportunidad para aprender, Tomás. ¡Seguí practicando!" - motivaba Rayo, agitando sus alitas.

Con el tiempo, Tomás comenzó a mejorar. La 'R' ya no le sonaba tan extraña. Sin embargo, el día del talento se acercaba, y Tomás aún no sabía qué iba a presentar.

Una tarde, mientras practicaban, Tomás tuvo una idea brillante:

"Rayo, ¿qué te parece si cantamos juntos en el festival? Así yo también puedo mostrar lo que aprendí y vos te haces famoso. ¡Podés ser la estrella!"

Rayo lo miró con ojos brillantes.

"¡Es la mejor idea que he escuchado!" - respondió. "Cantaremos sobre la amistad y los sueños. Pero, Tomás, ¿estás seguro que querés que yo sea parte de tu presentación?"

"¡Claro! No sería lo mismo sin vos. Juntos vamos a brillar."

Llenos de entusiasmo, los dos ensayaron día tras día, asegurándose de que al llegar el festival, cada palabra brotara con alegría. Tomás logró pronunciar la 'R' cada vez mejor, y la noche del festival se acercaba rápidamente.

Finalmente llegó el gran día. La plaza estaba llena de niños y padres. Tomás se sentía un poco nervioso, pero cuando vio a Rayo posado en su hombro, su ansiedad se desvaneció. Con una gran sonrisa, se acercó al micrófono.

"Hola a todos, ¡somos Tomás y Rayo!" - exclamó con fuerza, haciendo una pausa. "Hoy vamos a compartir una canción muy especial sobre la amistad. ¡Los invito a disfrutar!"

Cantaron, y juntos, llenaron el aire con un melodioso canto que celebraba los sueños y la amistad. Y, por primera vez, mientras decía las palabras llenas de R, Tomás sonó claro y hermoso.

La multitud aplaudió, y Tomás sintió un gran alivio y felicidad.

"Lo lograste, Tomás, ¡lo hiciste!" - gritó Rayo.

"¡Gracias, Rayo! Sin vos esto no hubiera sido posible."

Desde aquel día, Tomás nunca volvió a sentirse inseguro por no pronunciar la 'R'. Había aprendido que todos enfrentamos desafíos, y que, con un poco de trabajo y la ayuda de amigos, se pueden superar.

Y así, Tomás y Rayo se convirtieron en inseparables y compartieron un montón de aventuras, dejando huellas de sueños por donde iban. La amistad y la perseverancia eran sus mejores herramientas, y nunca perdieron la alegría en cada paso del camino.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!
2