Rocky y la mariposa herida


Había una vez en un campo verde y florido, un perro llamado Rocky. Rocky era un perro callejero que había vivido la mayor parte de su vida solo, sin una familia que lo cuidara ni amigos con quienes jugar.

Un día soleado, mientras paseaba por el campo, se encontró con una mariposa herida. La mariposa estaba en el suelo, con una de sus alas rotas y no podía volar.

Rocky se acercó lentamente a ella y le preguntó: "¿Estás bien? ¿Puedo ayudarte de alguna manera?". La mariposa levantó la cabeza débilmente y le dijo: "No creo que haya esperanza para mí. Mi ala está rota y no podré volar nunca más".

Rocky no se rindió tan fácilmente. Con cuidado, tomó a la mariposa en su boca y la llevó hasta un arroyo cercano.

Allí, mojó sus patitas en el agua fresca y comenzó a limpiar delicadamente la herida de la mariposa con su lengua áspera. La mariposa sintió alivio y gratitud por el gesto amable de Rocky. "¡Gracias, Rocky! Nunca pensé que alguien como tú pudiera ayudarme", dijo la mariposa con voz suave.

"Todos merecemos una segunda oportunidad", respondió Rocky con una sonrisa amigable. Día tras día, Rocky cuidaba de la mariposa herida. Le traía néctar de las flores para alimentarla e incluso construyó un pequeño refugio con ramas secas para protegerla del frío durante las noches.

La mariposa empezó a recuperarse poco a poco gracias al amor y dedicación de Rocky. Un atardecer, cuando la mariposa finalmente pudo extender sus alas curadas, se preparaba para despedirse de su amigo fiel.

"¡Rocky! No tengo palabras para agradecerte por todo lo que has hecho por mí. Gracias a ti, puedo volar nuevamente", dijo la mariposa emocionada. Rocky asintió con tristeza pero también alegría en su corazón. Sabía que había hecho algo bueno por alguien que lo necesitaba desinteresadamente.

"Ve y vuela alto, querida amiga. Siempre estaré aquí si me necesitas", dijo Rocky mientras veía a la mariposa elevarse en el cielo azul.

La historia de cómo un perro solitario ayudó a una pequeña mariposa herida se corrió rápidamente por todo el campo. Los animales del lugar comenzaron a ver a Rocky con otros ojos, ya no como un perro solitario sino como un héroe generoso y valiente.

Desde ese día en adelante, Rocky ya no estaba solo. Los animales del campo lo rodeaban siempre con cariño y admiración por su gran corazón.

Y así fue como aquel perro solitario encontró finalmente el amor y la amistad que tanto anhelaba en aquel campo lleno de bondad y magia.

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