Rocky y la niña del perdón


Nena era una niña muy alegre y cariñosa que vivía en un pequeño pueblo rodeado de árboles frondosos y flores coloridas.

Su mascota era un simpático perro llamado Rocky, un labrador travieso y juguetón que siempre estaba dispuesto a acompañarla en todas sus aventuras. Un día soleado, Nena decidió llevar a Rocky al parque para jugar con su pelota favorita.

Estaban teniendo un tiempo maravilloso corriendo y saltando cuando, de repente, Rocky vio a un gato pasar corriendo frente a ellos. Sin pensarlo dos veces, el perro salió disparado tras el felino, dejando atrás a Nena con la pelota en la mano. Nena se puso furiosa.

-¡Rocky! ¡Volvé acá ahora mismo! -gritó mientras veía cómo su amigo canino desaparecía entre los árboles persiguiendo al gato. Sin saber qué hacer, Nena regresó a casa sola y enfadada. Se sentía traicionada por su mascota y no podía entender por qué había hecho caso omiso de sus órdenes.

Al llegar a casa, se encerró en su habitación sin querer hablar con nadie. Pasaron las horas y Rocky finalmente regresó a casa con una expresión triste en el rostro.

Había perdido al gato de vista hacía rato y se sentía arrepentido por haber desobedecido a Nena. Al verlo entrar cabizbajo, Nena sintió que su corazón se ablandaba. Sabía que Rocky había cometido un error, pero también recordaba todas las veces divertidas que habían pasado juntos.

Decidió bajar al jardín para hablar con él. -Perdón por haberte gritado antes, Rocky -dijo Nena acariciando la cabeza del perro-. Sé que te emocionaste persiguiendo al gato, pero me asusté mucho cuando te fuiste corriendo sin avisar.

Rocky levantó la mirada hacia ella con ojos llenos de tristeza. Parecía comprender las palabras de Nena y lamentar profundamente lo ocurrido.

Desde ese día, Nena aprendió que todos cometemos errores y que lo importante es saber perdonar y seguir adelante juntos como amigos inseparables. A partir de entonces, cada vez que salían al parque, Rocky permanecía siempre cerca de ella obedeciendo cada orden sin dudarlo.

La amistad entre Nena y Rocky se fortaleció aún más gracias a esa experiencia inolvidable. Juntos descubrieron que incluso en los momentos difíciles podían encontrar la forma de resolver los problemas manteniendo siempre vivo el amor y el respeto mutuo.

Y así siguieron viviendo muchas más aventuras juntos, demostrando que la verdadera amistad va más allá de los enfados pasajeros y se basa en el cariño sincero e incondicional entre una niña dulce como Nena y su fiel compañero canino llamado Rocky.

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