Rocky y los niños valientes


Había una vez, en un pequeño pueblo lejano llamado "Pueblo Alegre", un perro llamado Rocky. Rocky era un perro travieso y juguetón que siempre estaba buscando aventuras.

Pero lamentablemente, un día su dueño decidió abandonarlo en medio del bosque. Rocky se encontró solo y asustado, sin saber qué hacer ni a dónde ir. Caminó durante horas hasta llegar al pueblo más cercano, donde esperaba encontrar ayuda y cariño.

Sin embargo, las personas del pueblo no parecían estar interesadas en él. "¡Eh tú! ¡Fuera de aquí!" -le gritaban algunas personas mientras lo ahuyentaban con palos y piedras. Desanimado pero decidido a no rendirse, Rocky siguió caminando hasta que llegó a la plaza central del pueblo.

Allí vio a un grupo de niños jugando felices. -¡Hola chicos! -dijo Rocky moviendo su cola emocionado-. ¿Me puedo unir a ustedes? Los niños miraron sorprendidos al perro abandonado y luego entre ellos mismos.

Finalmente uno de ellos se acercó con curiosidad. -¿Cómo te llamas? -preguntó el niño acariciando la cabeza de Rocky. -Rocky -respondió el perro con entusiasmo-. ¿Y ustedes? -Somos Tomás, Marta, Sofía y Juanito -contestaron los niños sonriendo.

Desde ese día, los niños adoptaron a Rocky como su nuevo amigo. Juntos pasaban tardes enteras corriendo por el campo, explorando nuevos lugares e inventando juegos divertidos. Rocky había encontrado finalmente el amor y la amistad que tanto anhelaba.

Pero un día, una noticia triste llegó a Pueblo Alegre. El alcalde anunció que iban a construir un nuevo edificio en la plaza central y que todos los animales debían ser trasladados a un refugio lejano.

Los niños no podían creer lo que estaban escuchando. No podían permitir que Rocky fuera alejado de ellos. -¡Tenemos que hacer algo! -exclamó Marta con determinación. Los niños se reunieron en secreto y planearon una forma de salvar a Rocky.

Decidieron escribir cartas a todas las personas del pueblo, explicándoles lo especial que era su amigo animal y pidiendo su apoyo para mantenerlo cerca de ellos. La respuesta fue increíble. Las personas del pueblo se conmovieron por la historia de Rocky y decidieron ayudar.

Juntos, recolectaron firmas y presentaron una petición al alcalde para cambiar el lugar de construcción del edificio. El alcalde, sorprendido por la solidaridad del pueblo, accedió a reconsiderar su decisión.

Después de leer las cartas y escuchar los testimonios de las personas sobre cómo Rocky había cambiado sus vidas, decidió permitirle quedarse en Pueblo Alegre. Cuando los niños recibieron la noticia, saltaron de alegría y corrieron hacia Rocky para darle la buena nueva.

-¡Rocky! ¡Te quedas con nosotros! -gritó Juanito emocionado mientras abrazaba al perro. Desde aquel día, Pueblo Alegre se convirtió en un lugar aún más feliz gracias a la presencia de Rocky.

Todos aprendieron el valor de la amistad y el poder que tienen cuando se unen por una buena causa. Y así, Rocky vivió rodeado de amor y cariño en su nuevo hogar. Nunca más se sintió abandonado, porque sabía que siempre tendría a sus amigos cerca. Y colorín colorado, este cuento ha terminado.

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