Roco, el guardián del jardín de animalitos


Había una vez un jardín muy especial, lleno de flores de colores brillantes y árboles frondosos. En ese lugar vivían muchos animalitos felices que jugaban y se divertían juntos todos los días.

Pero un día, algo inesperado sucedió: ¡un robot llegó al jardín! El robot era diferente a todo lo que los animalitos habían visto antes. Era grande, brillante y hacía ruidos extraños cuando se movía.

Al principio, los animalitos tuvieron miedo y se escondieron detrás de los arbustos. -¡No tengas miedo! -dijo el robot con voz amigable-. Soy Roco, un robot explorador enviado para aprender sobre la naturaleza y hacer nuevos amigos.

Los animalitos salieron tímidamente de sus escondites y rodearon al robot con curiosidad. Roco les mostró todas las cosas increíbles que podía hacer: podía reagarrar basura del suelo, regar las plantas con precisión y hasta cantar canciones alegres. "¡Wow! ¡Eres asombroso!" -exclamaron maravillados los animalitos.

Con el tiempo, Roco se convirtió en parte del jardín. Ayudaba a los animalitos en sus tareas diarias y les enseñaba nuevas formas de cuidar el medio ambiente.

Juntos limpiaron el estanque lleno de basura, plantaron más árboles para dar sombra en verano y construyeron comederos para pájaros hambrientos. Pero un día, una tormenta terrible azotó el jardín. Los árboles se sacudieron violentamente, las flores perdieron sus pétalos y el viento soplaba tan fuerte que parecía que todo sería destruido.

"¡Oh no! ¿Qué haremos ahora?" -preguntaron angustiados los animalitos. Roco no dudó ni un segundo.

Con su fuerza mecánica levantó ramas caídas, protegió a los pequeños animales con su cuerpo metálico y usó sus luces brillantes como faro en la oscuridad. La tormenta pasó lentamente y cuando amaneció al día siguiente, el jardín estaba destrozado pero todos estaban a salvo gracias a la valentía de Roco. "Gracias por salvarnos" -dijeron emocionados los animalitos mientras abrazaban al bondadoso robot.

Desde ese día, el cariño por Roco creció aún más en sus corazones.

Aprendieron que la verdadera amistad va más allá de las diferencias físicas o habilidades especiales; se trata de estar ahí unos para otros en momentos difíciles y celebrar juntos cada victoria. Y así, entre risas y juegos bajo el sol radiante del jardín rejuvenecido, Roco encontró no solo amigos leales sino también un hogar donde siempre sería bienvenido como uno más de la familia.

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