Roco y la Fiesta de la Amistad



Era una noche estrellada en el bosque donde vivía Roco, el hurón. A diferencia de los demás animales que estaban ansiosos por celebrar, Roco solo quería dormir. El bullicio de sus amigos llenaba el aire, mientras él intentaba encontrar un lugar tranquilo.

"¿Por qué no pueden hacer silencio por una vez?" - gruñó Roco, tapándose las orejas con las patas.

Mientras tanto, en el claro del bosque, sus amigos, la tortuga Tina, el conejo Lalo y la ardilla Susi, estaban organizando una fiesta sorpresa para Roco.

"¡Va a ser una gran celebración!" - exclamó Susi mientras llenaba el aire con globos de colores.

"Sí, estuve ensayando un nuevo baile!" - agregó Lalo mientras saltaba alegremente.

"No puedo esperar a verlo feliz" - dijo Tina con una gran sonrisa.

Pero Roco no sabía nada de la fiesta. Cada vez que un tambor sonaba o una risa resonaba, se molestaba más.

"Si sigo así, me voy a volver un mueble" - murmuró Roco, abrumado por el ruido.

"¡Esto no es justo!" - se quejó, decidido a encontrar un lugar más tranquilo.

Buscando la calma, Roco se dirigió al arroyo, donde las aguas susurraban suavemente. Pero el sonido de la fiesta lo seguía, como un eco insistente.

Después de un rato, Roco se dio cuenta de que no podía escapar.

"¡Es imposible!" - se quejaba sin parar. "¿Por qué todos festejan cuando yo solo quiero dormir?"

Sin embargo, a medida que pasaban las horas, los gritos de alegría y las risas comenzaban a resonar con un ritmo diferente. Roco intentó ignorarlo, pero el ritmo lo intrigaba.

"Tal vez, si escucho un poco más..." - pensó, y con su curiosidad más viva que su enojo, dio un pequeño salto y se acercó al claro.

Al llegar, Roco vio a sus amigos bailando, con luces gotas de estrellas brillando en sus ojos. La tortuga movía sus patas con gracia, Lalo hacía volteretas y Susi prometía un nuevo juego.

"¡Roco! ¡Ven a bailar con nosotros!" - lo llamaron al unísono.

"Pero yo..." - Roco dudó un momento, todavía sintiéndose algo molesto. Pero en el fondo, había algo en su corazón que vibraba con la música.

"¡Por el amor de la fiesta!" - gritó Lalo, haciendo un giro espectacular.

"Unirse es divertido y nos gustaría que estés con nosotros. La fiesta es por vos y ¡hay mucha comida rica!" - Susi agregó.

Eso le dio una idea a Roco.

"¿Dijeron comida rica?" - preguntó, sintiendo su enojo desvanecerse. "Tal vez podría quedarme un ratito..."

Se acercó e, impulsado por la energía de sus amigos, comenzó a moverse al ritmo de la música. El encono se convirtió en una amplia sonrisa.

"Esto no está tan mal después de todo" - dijo Roco, disfrutando desde las risas hasta las coreografías.

La fiesta se volvió cada vez más animada. Cada animal mostró su talento. La tortuga hizo un espectáculo de danza lenta; Lalo organizó carreras divertidas; y Susi trajo juegos de adivinanzas entre risas.

Roco, ya completamente desinhibido, dejó de lado su enojo y se unió a sus amigos, haciendo locuras y bailando sin parar.

"¡No sabía que esto podía ser tan divertido!" - exclamó Roco mientras su gastado enojo se convirtió en alegría.

La fiesta continuó hasta que las estrellas empezaron a aparecer en el cielo, y Roco se dio cuenta de que había aprendido una valiosa lección.

"Nunca pensé que podría disfrutar tanto al unirme a ustedes" - dijo, orgulloso. "Me alegré de no haberme perdido esto".

Y así, entre adivinanzas, música y baile, Roco se dio cuenta de que a veces, es mejor dejar que los amigos te lleven a la diversión, incluso cuando solo quieres tranquilidad. Al final, se acostó, no lleno de enojo, sino de risas y gratitud.

"¡Gracias, amigos!" - pronunció con una gran sonrisa antes de cerrar los ojos, satisfecho y feliz.

La alegría de la fiesta resonó en el corazón de Roco, y así aprendió que compartir momentos con los que queremos es lo que realmente importa. La próxima vez, tal vez no se quejaría tanto y elegiría unirse desde el principio. Fin.

FIN.

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