Roco y la Magia de la Amistad
En un pequeño pueblo, había una niña llamada Aimina que se encontraba de paseo en casa de su abuela. Aimina había pasado por días difíciles, y aunque estaba en un lugar hermoso, sentía tristeza en su corazón. Fue entonces cuando su abuela le presentó a Roco, un perro muy especial que vivía con ellos.
Roco no era un perro cualquiera. Era un hermoso Golden Retriever con un gran espíritu, pero tenía un pequeño gran inconveniente: no podía usar sus patas traseras. Esto no le impedía ser alegre y juguetón. Cada día, Aimina lo veía rodar con su patita delantera, moviendo la colita con mucha energía.
- “Hola, Roco. ¿Quieres jugar? ” - le preguntó Aimina sonriéndole por primera vez.
Roco levanta la cabeza y mueve la cola.
- “¡Guau! ¡Jugar me encanta! ” - respondió Roco, aunque sólo podía remolcarse.
Aimina se arrodilló a su lado, y juntos idearon un juego especial. Amina hizo una bola de trapo y comenzó a lanzarla. Roco se emocionó y comenzó a arrastrarse tras la pelota.
- “¡Vamos, Roco! ¡Tú puedes! ” - gritaba Aimina, alentando al perro.
Cada vez que Roco alcanzaba la pelota, sus ojos brillaban con alegría, y Aimina sentía como su tristeza empezaba a desvanecerse. Al notar esto, tuvo una idea brillante.
- “¡Roco! ¿Y si hacemos un recorrido de obstáculos? ¡Podemos usar cojines y cajas! ” - dijo con entusiasmo, recordando lo mucho que le gustaba ser creativa.
Roco movía la cola, claro que sí, estaba listo para el desafío. Así, Aimina empezó a construir un pequeño circuito por toda la habitación. Los cojines representaban montañas, las cajas túneles y las pelotas obstáculos que Roco tendría que sortear.
El día pasó volando mientras reían y jugaban. Aimina se olvidó de su tristeza y sintió que su corazón se llenaba de felicidad.
Pero una tarde, las cosas cambiaron. Aimina, un poco distraída, se cayó al suelo. Roco, al ver esto, se arrastró rápidamente hacia ella.
- “¡Aimina! ¿Estás bien? ” - preguntó Roco, preocupado.
Aimina sonrió, levanto la cabeza y dijo:
- “Sí, Roco. Solo me raspe un poco, estoy bien.” Pero aún así, sintió una punzada de angustia.
Sin embargo, en lugar de dejarse llevar por la frustración, Aimina recordó cómo Roco nunca se rendía, siempre encontraba la forma de jugar y de disfrutar. Así que decidió hacer un nuevo juego, esta vez para superarse a sí misma.
- “Roco, ¿te parece si hacemos una carrera? ¡Una carrera para ver quién llega primero a la puerta! ” - dijo Aimina, tomando una profunda respiración y sintiéndose más fuerte.
- “¡Sí! ¡Tú eres más rápida! ” - animó Roco, mientras se preparaba para arrastrarse.
Aimina se colocó en la porte y, al sonar una pequeña campana que había hecho con sus manos, comenzó a correr mientras Roco empujaba con su frente para moverse con fuerza. Se divertían tanto, que Aimina se olvidó de las molestias y se entregó a la alegría del momento.
Finalmente, llegaron a la puerta casi al mismo tiempo. Ambos se quedaron sin aliento, pero riendo con tantas ganas.
Aimina exclamó:
- “¡Lo hicimos, Roco! ¡Está claro que somos un gran equipo! ”
Roco ladró en señal de acuerdo.
A medida que los días pasaban, Aimina y Roco siguieron jugando, inventando nuevos desafíos y manteniendo una hermosa amistad. Ambos aprendieron que los obstáculos son solo oportunidades para encontrar nuevas formas de disfrutar.
Al final de su visita, Aimina se despidió de Roco con una gran sonrisa:
- “Gracias, Roco. Me mostraste que la diversión no tiene límites y que siempre puedo encontrar una forma de ser feliz.”
Roco, moviendo su cola, le respondió:
- “¡Siempre estaré aquí para jugar, Aimina! No importa qué pase, la amistad siempre tiene magia.”
Aimina fue de vuelta a su casa, sabiendo que, aunque a veces la vida podía ser un desafío, siempre habría amigos como Roco que le recordarían que todo se podía superar con amor y alegría. Y dejó una nota en la puerta de la casa de su abuela que decía: “¡Nunca olvides que jugar es una forma de sanar el corazón! ”
FIN.