Roco y la papa frita mágica



Había una vez, en un barrio financiero de Buenos Aires, un simpático perro llamado Roco. Roco era un perro aventurero y siempre andaba con su mejor amigo, un niño llamado Tomi. Juntos exploraban el parque, jugaban a la pelota y se divertían todos los días.

-Un día, Roco y Tomi estaban jugando en el parque cuando, de repente, un aroma delicioso llegó a su naricita.-

-¡Mmm! ¿Qué será eso? - preguntó Roco, moviendo la cola con emoción.

-Eso parece ser una papa frita, Roco - dijo Tomi, mirando a su alrededor.

-¡Vamos a averiguarlo! - exclamó Roco entusiasmado.

Los dos amigos siguieron el olor y encontraron una bolsa de papas fritas tirada cerca de un árbol. Roco, que no podía resistir la tentación, corrió hacia la bolsa y, sin pensarlo dos veces, metió el hocico adentro y se comió varias papas fritas.

-Solo una más, Roco - le dijo Tomi, riendo. - No quiero que te duela la pancita.

-¡Pero están tan ricas! - ladró Roco, engullendo otra papa.

Sin embargo, después de unos minutos, Roco empezó a sentirse raro.

-¡Uff! ¿Qué me pasa? - se quejó, mirando a Tomi con ojos grandes.

-¿Te sentís bien, Roco? - preguntó Tomi, preocupado.

-¡No! Me duele la pancita y tengo muchas ganas de dormir. - Roco se desplomó en el césped.

Tomi se asustó y recordó lo que su mamá le había dicho sobre las cosas que no debía comer el perro.

-¡Roco! ¡Las papas fritas no son buenas para vos! - gritó Tomi, mientras llamaba a su mamá. - ¡Ayuda, Roco está mal!

La mamá de Tomi llegó corriendo y miró a Roco.

-Oh no, Roco. ¿Comiste papas fritas? - preguntó, hincándose a su lado.

-Sí, pero eran tan ricas... - lamentó Roco.

La mamá de Tomi, que estaba acostumbrada a ayudar a mascotas, se apresuró a llevar a Roco a la veterinaria. Durante el camino, Roco se sentía cansado y un poco asustado.

-¿Voy a estar bien? - preguntó Roco, medio adormilado.

-Sí, solo necesitas un poco de ayuda - le respondió Tomi, dándole una palmadita en la cabeza.

Una vez en la veterinaria, la doctora le hizo un chequeo a Roco y le administró un poco de medicina.

-Roco, aprendiste una lección importante hoy - le dijo la doctora. - No todas las comidas que vemos son buenas para nosotros. Las papas fritas son para los humanos y pueden hacerte daño.

Después de un rato, Roco se sentía mucho mejor. Con mucha alegría y un poco de vergüenza, se despidió de la veterinaria.

-Gracias por ayudarme, doctora - dijo Roco, moviendo la cola.

De regreso a casa, Roco le prometió a Tomi que nunca volvería a comer algo que no le dieran.

-Te lo prometo, Tomi. No más papas fritas para mí - dijo con seriedad.

-¡Eso es genial, Roco! - celebró Tomi. - Yo me aseguraré de cuidarte y ¡ni siquiera te dejaré acercarte a la comida no permitida!

Y así, con una profunda lección aprendida, Roco se convirtió en un perro más sabio. Desde ese día, dejó de lado su curiosidad por lo que no debía comer y se centró en disfrutar de su comida especial para perros y sus ricas galletitas de premio.

Los dos amigos continuaron sus aventuras, pero siempre con mucho cuidado de no hacer travesuras peligrosas. Roco aprendió que siempre hay que pensar antes de actuar y que hay un mundo de delicias que sí son buenas para él.

Y colorín colorado, esta historia ha terminado. ¡Cuídense y a comer lo que debe comerse!

FIN.

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