Rodolfo, el chef ratón



Había una vez en una pequeña pizzería en la ciudad de Buenos Aires, un simpático ratoncito llamado Rodolfo.

Rodolfo vivía detrás de los estantes de harina y quesos, y todos los días se deleitaba con el delicioso aroma que salía del horno de leña. Un día, mientras el dueño de la pizzería preparaba la masa para las pizzas del día, escuchó un suave chirrido que provenía de uno de los rincones.

Se acercó curioso y descubrió a Rodolfo escondido detrás de unas latas de tomate. "¡Hola, amiguito! ¿Qué haces aquí?", preguntó el dueño con una sonrisa. Rodolfo asustado respondió: "Lo siento mucho señor, solo quería probar un pedacito de queso.

¡No volveré a hacerlo!"El dueño rió cariñosamente y le dijo: "Tranquilo, amigo. Entiendo que te guste el queso, pero no puedes estar aquí rondando por la cocina. "Rodolfo bajó la cabeza avergonzado y prometió comportarse mejor.

El dueño vio la sinceridad en sus ojos y decidió darle una oportunidad. "Escucha, Rodolfo. Si quieres comer queso, puedo darte un poco cada día si me ayudas en la cocina", propuso el dueño. Los ojitos de Rodolfo brillaron emocionados y aceptó encantado la propuesta.

A partir de ese día, Rodolfo se convirtió en el ayudante más travieso pero eficiente que había tenido la pizzería.

Ayudaba a rallar queso, cortar vegetales e incluso recordaba al dueño cuando las pizzas estaban listas para sacar del horno. Todo iba muy bien hasta que un día llegaron unos clientes exigentes a cenar. Pedían pizzas especiales con ingredientes difíciles de conseguir rápidamente.

El dueño empezaba a preocuparse por cómo lograr satisfacerlos cuando se dio cuenta de que faltaba harina para hacer más masa. "¡Oh no! ¡No tenemos suficiente harina para las pizzas especiales!", exclamó angustiado el dueño. Rodolfo escuchó atentamente desde su escondite y tuvo una idea brillante.

Sin pensarlo dos veces corrió hacia donde guardaban los paquetes grandes de harina y comenzó a empujar uno hacia la cocina con todas sus fuerzas.

El dueño lo miraba sorprendido mientras Rodolfo traía uno tras otro los paquetes sin parar hasta tener suficiente harina para preparar todas las pizzas necesarias. "¡Increíble trabajo, Rodolfo! Eres todo un héroe", exclamó emocionado el dueño mientras abrazaba al pequeño ratoncito. Desde ese día, Rodolfo fue reconocido como el valiente ayudante que salvó la noche especial en aquella pizzería.

Los clientes quedaron tan impresionados con su historia que empezaron a dejar pedacitos extra de queso para él como muestra de gratitud.

Y así, entre risas y aventuras culinarias inesperadas, Rodolfo encontró su lugar especial en aquel rincón lleno de sabores mágicos donde demostró que cualquier problema puede resolverse si se trabaja juntos con ingenio y determinación.

FIN.

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