Rodolfo, el héroe de Ratonia



Había una vez en un pequeño pueblo llamado Ratonia, un ratoncito muy curioso y travieso llamado Rodolfo. A Rodolfo le encantaba explorar cada rincón de su hogar en busca de aventuras y nuevos sabores.

Un día, mientras buscaba algo para comer en la despensa, encontró un queso brillante y gigante que jamás había visto antes. Sin pensarlo dos veces, Rodolfo comenzó a mordisquear el delicioso queso. Para su sorpresa, apenas terminó de comérselo, empezó a sentirse extraño.

De repente, ¡comenzó a crecer y crecer sin parar! Rodolfo no podía creer lo que estaba pasando. En cuestión de minutos, pasó de ser un ratoncito diminuto a convertirse en un enorme ratón del tamaño de un perro.

Asustado y emocionado al mismo tiempo, decidió salir a la calle para ver cómo se veía el mundo desde arriba.

Al principio, todos los habitantes de Ratonia se asustaron al ver a Rodolfo tan grande, pero pronto se dieron cuenta de que seguía siendo el mismo ratón amigable y juguetón de siempre. Pronto se convirtió en una atracción turística y todos querían tomarse fotos con él.

Un día, mientras paseaba por el parque central, escuchó unos chillidos provenientes del estanque. Se acercó corriendo y vio a una familia de patitos atrapados por unas ramas que habían caído al agua.

Sin dudarlo ni un segundo, Rodolfo se metió al estanque y con mucho cuidado logró rescatar a los patitos uno por uno. La mamá pata estaba tan agradecida que decidió invitar a Rodolfo a su casa para compartir una deliciosa cena con su familia.

"-¡Muchas gracias por salvar a mis patitos! Eres realmente valiente y generoso", dijo la mamá pata con lágrimas de emoción en los ojos. Rodolfo sonrió felizmente y respondió: "-No hay nada que agradecer. Solo hice lo que cualquier buen amigo haría".

Desde ese día, Rodolfo se convirtió en el héroe oficial de Ratonia y todos lo admiraban por su bondad y valentía. Aunque seguía siendo un ratón gigante, nunca dejó que eso cambiara quién era en realidad: un ser amable, solidario y lleno de amor por los demás.

Y así vivió feliz para siempre rodeado del cariño y la admiración de todos los habitantes del pueblo. Y colorín colorado este cuento ha terminado pero recuerda ¡siempre sé amable como Rodolfo!

FIN.

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