Rodri y la Tortuga de los Deseos



Rodri era un niño de 5 años al que le encantaba nadar y jugar al aire libre. Cada fin de semana iba con sus amigos al lago a pescar. Un hermoso día de verano, mientras lanzaban sus cañas, Rodri vio algo brillar en el agua. Era una tortuga enorme con caparazón verde y dorado.

- ¡Miren, chicos! - gritó Rodri emocionado. - ¡Una tortuga!

Su amigo Tomás se acercó y dijo:

- ¡No es una tortuga cualquiera! ¡Es la Tortuga de los Deseos!

Rodri, asombrado, preguntó:

- ¿La Tortuga de los Deseos? ¿Qué hace?

- ¡Bajo el agua, puedes pedir tres deseos! - explicó Sofía, otra amiga.

Sin pensarlo dos veces, Rodri se inclinó hacia la tortuga y pidió su primer deseo:

- ¡Quiero kilos y kilos de chuches!

De inmediato, las chuches empezaron a llover sobre ellos.

- ¡Esto es increíble! - exclamó Sofía mientras atrapaba caramelos y gomitas con la boca.

Después de un rato comiendo chuches y riendo, Rodri decidió que quería un segundo deseo:

- Quiero vivir en la playa. ¡Es tan divertido!

Y así, mágicamente, se encontró en una casa hermosa en la playa con una vista espectacular. Rodri miró a su alrededor, encantado.

- ¡Miren, chicos! ¡Vivo en la playa! - gritó con alegría.

Sus amigos comenzaron a saltar de felicidad. Entonces, con entusiasmo, dijo:

- ¡Y quiero un tercer deseo! ¡Quiero tener un perro!

Al instante, un perrito juguetón apareció corriendo hacia él. Rodri lo abrazó fuertemente.

Pero, cuando se miró al espejo para ver cómo era su nueva vida, se dio cuenta de algo extraño. Mirándose la boca, notó que no tenía dientes.

- ¡Oh no! - exclamó Rodri. - ¡No tengo dientes!

Su perro, que se llamaba Chispa, ladraba alegremente, como si entendiera su preocupación.

Rodri intentó comer chuches, pero le resultaba muy difícil.

- No puedo morder nada - se quejaba Rodri.

Entonces decidió ir a la playa y jugar, aunque no podía comer chuches. Empezó a nadar y a construir castillos de arena con sus amigos.

Un día, mientras jugaban, Sofía dijo:

- Rodri, mira cuán rápido nadas. ¡Eres el mejor nadador de todos nosotros!

- Sí, Rodri, ¡y no necesitas dientes para eso! - añadió Tomás mientras lanzaba una pelota al agua.

Rodri se sintió feliz y olvidó por un momento su problema.

Pero al final del día, rodando junto a Chispa, Rodri se dio cuenta de que había algo más importante que los dientes:

- A veces, parece que desear cosas puede no ser lo que realmente necesitamos. ¡Miren! - dijo Rodri, señalando a sus amigos - ¡Tengo a mis amigos, la playa y a Chispa!

Esa noche, mientras contemplaba las estrellas desde su ventana, Rodri pensó en la tortuga.

- Tal vez debería haber pedido algo diferente - murmuró. - ¡Como ser feliz en el momento mismo!

A partir de ahí, todos los días fueron una aventura. Rodri aprendió a disfrutar de su vida en la playa y las pequeñas cosas que lo hacían feliz.

Con el tiempo, los dientes de Rodri volvieron a crecer. Pero ya no se preocupaba por eso. Sabía que lo mejor de todos sus deseos ya lo tenía.

Y así, Rodri siguió disfrutando de su vida, nadando, jugando con Chispa y compartiendo dulces momentos con sus amigos en la playa, sin olvidar la lección que había aprendido de la Tortuga de los Deseos: la verdadera felicidad no requiere de grandes deseos, sino de valorar lo que ya se tiene.

FIN.

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