Romi, la cebra valiosa



Había una vez en la sabana africana, una cebra llamada Romi que se sentía diferente a las demás cebras de su manada. Mientras todas lucían rayas negras y blancas, ella soñaba con ser única y destacar entre todas.

Un día, mientras caminaba por la pradera con sus amigas cebra, Romi les dijo:- Chicas, ¿no se sienten aburridas de lucir siempre iguales? Yo quiero ser diferente, ¿no les gustaría probar algo nuevo? Las demás cebras la miraron sorprendidas y una de ellas le respondió:- ¡Romi, estás loca! Nuestras rayas son lo que nos hace especiales.

No necesitamos cambiar nada. Pero Romi no se dio por vencida. Decidió emprender un viaje en busca de algo que la hiciera sentir verdaderamente única.

Durante su travesía por la sabana, conoció a animales de todo tipo que le mostraron diferentes formas de ser y vivir. Un día, Romi llegó al bosque y se encontró con Melisa, una jirafa muy alta y elegante. - Hola Romi -dijo Melisa con voz suave-, veo que estás buscando algo especial.

¿En qué puedo ayudarte? Romi le contó a Melisa sobre su deseo de ser diferente y destacar entre los demás. Melisa sonrió y le dijo:- Querida Romi, cada uno de nosotros es único a su manera.

No necesitas cambiar quién eres para sentirte especial. Solo debes descubrir tus propias cualidades y aprender a valorarte tal como eres. Las palabras de Melisa resonaron en el corazón de Romi.

Comenzó a reflexionar sobre lo que realmente la hacía especial y se dio cuenta de que tenía un don para correr más rápido que ninguna otra cebra en toda la sabana.

Con renovada confianza en sí misma, Romi regresó junto a su manada y les demostró a todos lo veloz que podía ser. - ¡Miren chicos! -exclamó Romi mientras corría tan rápido como el viento-, ¡yo también soy especial! Mis rayas pueden ser iguales a las suyas, pero mi velocidad me hace única.

Las demás cebras quedaron impresionadas por la destreza de Romi y comenzaron a celebrarla por sus habilidades únicas. Desde ese día en adelante, Romi entendió que no era necesario ser diferente físicamente para destacar entre los demás.

Lo importante era reconocer sus propias fortalezas y aprender a valorarse tal como era. Y así fue como Romi descubrió que la verdadera belleza radica en aceptarse a uno mismo y apreciar las cualidades únicas que nos hacen especiales.

Desde entonces, cada vez que veía sus rayas negras y blancas en el espejo sonreía con orgullo porque sabía que era única e irrepetible en todo el mundo animal.

FIN.

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