Romina y el Misterio de los Gatitos Perdidos



Había una vez una niña llamada Romina que vivía en un pequeño pueblo cerca del lago. Romina era conocida por su risa contagiosa y su amor por el agua. Casi todos los días, después de sus clases, corría hacia el lago donde disfrutaba nadar y jugar con los ganchitos de su juguete favorito.

Un día, cuando llegó al lago, notó que algo raro estaba sucediendo. Todos los gatitos del vecindario estaban intrigados y, al parecer, muy preocupados. Romina, siempre dispuesta a ayudar, se acercó a un grupo de gatitos que se encontraban reunidos bajo un árbol.

"¿Qué les pasa, gatitos?" - preguntó Romina, agachándose para acariciar a un pequeño que tenía un pelaje atigrado.

"Estamos muy asustados, Romina", - dijo uno de los gatitos, con una voz temblorosa. "Nuestro amigo Gato Lino ha desaparecido y no sabemos dónde está. ¡No podemos jugar sin él!"

Romina se sintió conmovida por la preocupación de sus amigos felinos.

"No se preocupen, yo los ayudaré a encontrarlo", - les prometió, mientras se levantaba con determinación. "¿Dónde lo vieron por última vez?"

"Cerca del campo de flores, siempre le ha gustado jugar allí", - respondió una gata blanca con grandes ojos azules.

Sin perder tiempo, Romina junto a los gatitos corrieron hacia el campo de flores. Allí, el aroma de las flores y el suave murmullo del viento hicieron que el lugar se sintiera mágico. Después de buscar un rato, notaron que había algo brillando entre las margaritas.

"¡Mira!" - dijo Romina, acercándose con curiosidad. "¿Qué será eso?"

Era un pequeño collar dorado, adornado con una gema que resplandecía con la luz del sol. Intrigada, Romina lo levantó con cuidado.

"Quizás este collar le pertenezca a Gato Lino", - sugirió un gato negro con orejas puntiagudas.

"Sí, pero ¿dónde estará? ¿Podría haberlo perdido mientras jugaba?" - reflexionó Romina, pensativa.

De repente, una idea brillante iluminó su rostro.

"¡Tengo una idea! Si Gato Lino estaba jugando aquí y encontró algo tan hermoso, tal vez podamos hacer algo especial para llamarlo. ¡Hagamos una fiesta de flores!" - exclamó.

Todos los gatitos se miraron emocionados y comenzaron a saltar de alegría.

"¡Sí! Una fiesta de flores puede traerlo de vuelta!" - maulló uno de ellos.

Romina y los gatitos se pusieron a trabajar. Reunieron flores de todos los colores y las colocaron en círculo. Prepararon pequeños bocadillos y juegos. Romina incluso pensó en una forma de que los sonidos de la fiesta llegaran lejos.

"Voy a hacer un gran cartel con dibujos, ¡para que Lino sepa que lo estamos esperando!" - dijo mientras empezaba a garabatear.

Mientras todos trabajaban con entusiasmo, la fiesta fue tomando forma. Cuando todo estuvo listo, Romina se sentó en el centro del círculo.

"Ahora, todos juntos, llamaremos a Gato Lino. ¡Uno, dos y tres! ¡Gato Lino, ven a jugar!"

Una y otra vez, los gatitos y Romina gritaron el nombre de su amigo, esperando que su llamado pudiera llegarle. De repente, un ruido proveniente de unos arbustos cercanos atrajo su atención. Era una sombra que se acercaba… ¡Era Gato Lino!"¡Gato Lino!" - gritaron todos al unísono.

Gato Lino apareció con un pequeño pez en su boca y unas hojas en su pelaje. Se acercó curioso hacia el grupo.

"¿Qué está pasando aquí?" - preguntó, algo confundido.

"¡Hicimos una fiesta para ti! Estábamos preocupados por tu ausencia y nos alegra verte de vuelta", - contestó Romina, dándole la bienvenida con un abrazo.

Gato Lino, emocionado, se unió a la celebración, disfrutando de la música y el ambiente festivo.

"No estaba perdido, solo había ido a explorar y juguetear con un pez... ¡Nunca pensé que se preocuparían tanto!" - dijo, mientras todos reían.

La fiesta se llenó de risas, juegos y alegría hasta que el sol comenzó a ocultarse. Romina y los gatitos aprendieron que, a veces, lo mejor es comunicarse y unirse para encontrar soluciones.

Al final de la tarde, mientras todos regresaban a casa, Romina sonrió, sabiendo que sus gatitos eran más que amigos; eran parte de su familia.

"Siempre juntos, ¡a navegar y jugar!", - murmuró Romina, mirando hacia el lago, donde la luna comenzaba a brillar sobre el agua. Y así, cada aventura era un nuevo comienzo para Romina y sus adorables amigos felinos.

FIN.

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