Roqui, el Luchador de Ciudad
En una bulliciosa ciudad llena de ruidos y luces, vivía un perro llamado Roqui. Era un pequeño terrier con un corazón grande. Roqui siempre había soñado con ser un gran luchador. Al igual que sus amigos, los otros perros del parque, pasaba horas viendo peleas entre los más fuertes. Aunque era valiente y tenaz, la verdad era que Roqui casi siempre perdía en sus combates.
Un soleado día, mientras Roqui se preparaba para una nueva pelea en el parque, su amigo el gato Leo se le acercó.
"Roqui, ¿no te cansas de perder siempre?" - le preguntó Leo, moviendo su cola.
"No, porque cada vez que subo al ring, estoy un paso más cerca de ser el mejor, Leo" - respondió Roqui, con una sonrisa confiada.
Sin embargo, el día de la pelea llegó y, como era de esperar, Roqui perdió nuevamente.
"¡Entregarme nunca es mi estilo!" - le dijo a un grupo de perros que lo animaban. Pero por dentro, sentía que su sueño de ser el mejor luchador se desvanecía.
Los días pasaron y Roqui comenzó a preguntarse si realmente debía seguir luchando. Un día, mientras paseaba por el parque, vio a un grupo de cachorros tratando de aprender a jugar al fútbol. Estaban muy desorganizados y, tras un ratito, se pusieron tristes porque no lograban hacer un solo gol.
Roqui se acercó a ellos.
"¿Qué les pasa, amigos?" - preguntó.
"No podemos hacer ningún gol. Somos muy malos" - respondió uno de los cachorros, mirando al suelo.
"Yo también perdí muchas veces, pero eso no significa que no se pueda intentar de nuevo" - les dijo Roqui, recordando sus propias luchas.
Los cachorros lo miraron expectantes.
"¿Quieres jugar con nosotros?" - preguntó uno de ellos.
Roqui aceptó gustosamente. Jugaron juntos y, aunque al principio no lograban anotar, se divertían mucho. Con el tiempo, Roqui les enseñó algunos trucos y empezaron a mejorar.
"¡Vamos! ¡Intenten de nuevo!" - animaba Roqui, sintiendo una nueva energía en su interior.
Finalmente, después de mucho esfuerzo y risas, uno de los cachorros logró hacer un gol. Todos se lanzaron al aire emocionados.
"¡Lo hicimos, lo hicimos!" - celebraron los cachorros.
Roqui sintió una calidez en su corazón.
"Esto es lo que importa, divertirse y aprender juntos" - les dijo, con una sonrisa radiante.
Los cachorros, agradecidos, empezaron a llamarlo su —"entrenador" . Roqui, aunque no era un gran luchador en el ring, se dio cuenta de que había encontrado algo más valioso: la amistad y la alegría de enseñar.
Entonces, pasaron los días y cada vez que había una pelea programada, Roqui decidía no participar. En vez de eso, pasaba tiempo con sus nuevos amigos. Organizaron partidos de fútbol y hasta un campeonato.
Un día, mientras jugaban, se presentó un gran torneo de lucha en la ciudad y todos los perros hablaban de ello. Los cachorros animaron a Roqui para que participara.
"¡Vamos, Roqui! ¡Tienes que participar!" - dijeron al unísono.
Con un brillo en sus ojos, Roqui sintió una chispa de emoción.
"Está bien, voy a dar lo mejor de mí, no solo para ganar, sino para mostrar lo que he aprendido con ustedes" - anunció decidido.
El día del torneo llegó, y Roqui subió al ring. Aunque temía perder nuevamente, recordó todas las enseñanzas que había compartido con los cachorros. Cuando comenzó la pelea, sorprendió a todos con su agilidad y rapidez. A pesar de que no ganó, logró mantenerse en pie más de lo que lo había hecho antes.
Al final, un perro grande y musculoso le tendió una pata.
"¡Eres un gran luchador! Muy valiente" - le dijo, respetando su esfuerzo.
"Gracias, aunque no gané, realmente me divertí y eso vale más" - respondió Roqui, sintiéndose orgulloso.
Ese día, Roqui regresó al parque, no con una medalla, sino con una gran lección: a veces, el verdadero valor de luchar está en la alegría de intentarlo y en compartir momentos especiales con aquellos a quienes queremos. Desde entonces, cada vez que otros perros preguntaban por su historia, Roqui sonreía y decía:
"Perder no es el fin, siempre podemos encontrar un nuevo camino de éxito y amistad."
FIN.