Rosa y el Día Especial



Era una mañana brillante y soleada en la ciudad. Rosa, una enfermera del hospital, se levantó emocionada de la cama. Hoy era un día especial y tenía muchas ganas de ir a trabajar. Se colocó su uniforme, recogió su cabello en una coleta y se miró al espejo.

"Hoy es el día perfecto para ayudar a los demás", se dijo a sí misma, sonriendo al reflejo.

Cuando llegó al hospital, se encontró con su compañera de siempre, la doctora Ana.

"¡Buen día, Rosa! ¿Listo para otro día lleno de aventuras?" -preguntó Ana con una gran sonrisa.

"¡Sí! Estoy listas para ayudar a todos los que pueda. ¡Hoy va a ser un gran día!" -respondió Rosa, llena de energía.

Mientras comenzaban su turno, Rosa se encontró con un pequeño niño, Mateo, que estaba un poco asustado por tener que hacerse un chequeo.

"Hola, Mateo. Soy Rosa, tu enfermera. No te preocupes, hoy solo vamos a jugar un poco antes de comenzar, ¿te parece?" -dijo Rosa con ternura.

"Pero tengo miedo; no quiero que me pinchen" -respondió Mateo con ojos grandes.

Rosa se agachó a su altura y le explicó:

"Entiendo que tengas miedo, pero voy a hacer que esto sea muy divertido. ¿Te gusta el juego de los superhéroes?" -preguntó, buscando distraerlo.

"¡Sí!" -contestó Mateo, animado.

"Genial. Entonces, hoy tú serás el superhéroe y yo tu asistente. Cuando te pregunte cosas, solo tienes que decir ‘¡super! ’ y te daré un caramelo. ¿Te parece?" -dijo Rosa, extendiendo la mano con un dulce brillante.

"¡Siii!" -gritó Mateo, ahora emocionado.

Así, Rosa y Mateo se adentraron en una pequeña aventura. Mientras ella realizaba el chequeo, iban contando historias de superhéroes. Rosa fue muy cuidadosa mientras anotaba los signos vitales de Mateo y le explicó todo con palabras divertidas.

"Ahora te voy a dar un ‘punch’ suave para asegurarnos de que tu corazón esté fuerte, ¿listo?" -dijo Rosa, haciendo un pequeño gesto como si fuera un héroe con capa.

Después de unos minutos, Mateo ya no tenía miedo, ¡y todo había terminado!"¡Lo hiciste increíble, Mateo! Eres un superhéroe. Aquí tienes tu premio -dijo Rosa, mostrándole el caramelo.

"¡Gracias, Rosa! Eres la mejor enfermera del mundo" -exclamó Mateo, ahora con una gran sonrisa.

A lo largo del día, Rosa se encontró con diferentes pacientes. Uno de ellos era Don Ricardo, un abuelo que se sentía solo. Al verlo, Rosa decidió sentarse a charlar un rato.

"Hola, Don Ricardo. ¿Cómo está hoy el mejor jardinero de la ciudad?" -preguntó Rosa, recordando que él solía contarle sobre sus plantas.

"Hoy estoy un poco triste, Rosa. Extraño a mi perro, que ya no está" -respondió Don Ricardo, con mirada nostálgica.

"¿Sabe? La vida de las plantas es muy parecida a la de los perritos. Ambos necesitan amor y cuidado. ¿Me cuenta alguna historia divertida de su perro?" -sugirió Rosa, interesada.

A medida que Don Ricardo compartía sus recuerdos, Rosa escuchaba atentamente, llenando la habitación de risas y alegría. Al final de la charla, el abuelo se sintió mucho mejor.

"Gracias, Rosa. Me has hecho recordar lo feliz que era mi perro. ¡Si tan solo pudiera volver a verlo!" -dijo, ahora con una sonrisa en el rostro.

El día siguió avanzando y Rosa, con su entusiasmo contagioso, se convirtió en el alma del hospital. Todos querían interactuar con ella. Pero en un momento dado, recibió una noticia inesperada: había un gran espectáculo de magia para los niños en la planta de pediatría.

"¡Rosa! ¡Vamos a ir!" -exclamó la doctora Ana.

"¡Sí! Será increíble ayudar a preparar todo" -respondió Rosa entusiasmada.

Sin embargo, al llegar, se dieron cuenta de que no había magos disponibles. Todos estaban enfermos o ocupados. Rosa miró a Ana, preocupada.

"¿Qué haremos? Los chicos necesitan alegría hoy" -dijo.

"¡Es nuestra oportunidad, Rosa! Quizás tú podrías hacer un truco de magia" -sugirió Ana, confiando en ella.

"Yo... ¿hacer magia? No sé..." -dudó Rosa. Pero, al observar la carita de decepción de los niños, se armó de valor.

"¡Está bien! Si todos me ayudan, haremos el mejor espectáculo de magia del mundo" -anunció Rosa con determinación.

Entonces, la enfermera organizó a todos los niños. A medida que juntaban objetos y decoraciones, la magia empezó a envolver el ambiente.

"Primero, necesitamos una varita mágica. ¡A ver, todos a buscar un lápiz o algo que brille!" -dijo Rosa.

La emoción se respiraba en el aire.

"Y ahora, a contar un chiste sobre patos, porque es magia de risas. ¡Vamos, chiquitos!" -gritó.

Y así, entre risas, trucos improvisados y mucho juego, los niños se divirtieron como nunca. Rosa hizo un gran espectáculo, donde todos podían participar. Al final, los pequeños aplaudieron y agradecieron con gran entusiasmo.

"¡Eres increíble, Rosa! ¡Eres la mejor maga!" -gritó Mateo emocionado.

"¡Sí, Rosa! ¡Eres la superhéroe de hoy!" -agregó otro niño.

El día concluyó con un fuerte aplauso, felicidad, y las sonrisas brillantes de los niños. Rosa se despidió del hospital con el corazón lleno de amor y gratitud. Ella sabía que cada pequeño gesto contaba, y que había logrado hacer un impacto positivo en el día de cada uno de sus pacientes.

"Hoy fue un día especial, sí. ¡Mañana habrá más magia en el hospital!" -murmuró para sí, mientras se alejaba, lista para un nuevo día.

FIN.

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