Rosa y el Héroe de los Sueños
Había una vez en un pequeño pueblo, una niña llamada Rosa. Rosa era una niña encantadora y dulce, pero vivía con su madrastra, la señora Griselda, que no era nada amable. La señora Griselda no era solo estricta, sino que siempre encontraba la manera de hacerla sentir mal.
Una mañana, mientras Rosa barría el patio, su madrastra le gritó:
"¡Apurate, Rosa! Tienes que terminar con esto antes de que llegue la tarde. No entiendo cómo puedes ser tan torpe!"
Rosa bajó la mirada y continuó trabajando, con un nudo en la garganta. Su vida parecía ser un ciclo interminable de tareas y regaños.
Una noche, mientras se acurrucaba en su cama, Rosa miró por la ventana y vio algo brillante en el cielo. Era una estrella fugaz. Con todo su corazón, susurró:
"Ojalá encontrara un amigo que me ayude a ser libre de esta tristeza."
Al día siguiente, mientras Rosa caminaba al mercado, se encontró con un hombre extraño que llevaba una capa azul y parecía conocerla muy bien.
"Hola, Rosa. Soy Leo, el Héroe de los Sueños. He escuchado tu deseo. ¡Hoy es tu día!"
Rosa, asombrada, preguntó:
"¿Un héroe? ¿Para mí?"
"Sí. Vengo a ayudarte a encontrar tu valor y tu libertad. Ven conmigo, te mostraré algo especial," respondió Leo con una sonrisa.
Juntos, se aventuraron a través del bosque, donde Leo le mostró a Rosa una cueva iluminada por luces de colores.
"Entrá y descubrí tu poder. Aquí dentro podrás enfrentar tus miedos," dijo Leo.
Rosa sintió un cosquilleo en su estómago mientras ingresaba. Dentro, se enfrentó a sus miedos personificados: sombras de su madrastra, voces criticonas que la desanimaban. Pero en lugar de huir, Rosa recordó las palabras de Leo.
"Soy más fuerte de lo que pienso. No dejaré que nadie me haga sentir inferior," se dijo a sí misma.
Con cada afirmación, las sombras se desvanecieron poco a poco hasta que ya no quedaron restos.
Cuando salió de la cueva, se sintió renovada. Leo la miró con orgullo y le preguntó:
"¿Cómo te sientes ahora?"
"Más fuerte y capaz. Gracias, Leo. ¡Puedo enfrentar a mi madrastra!"
"Recuerda, Rosa, el poder está en tu interior. Usa tu voz para expresar lo que sientes."
De vuelta en casa, Rosa decidió hablar con su madrastra.
"Señora Griselda, tengo algo que decirle. Me gustaría que me tratara con más amabilidad y respeto. Soy capaz de más de lo que usted cree."
La señora Griselda se quedó sorprendida. Por un momento, se sintió incómoda, pero luego se dio cuenta de que su comportamiento no había sido justo.
"No sabía que te sentías así, Rosa. Prometo que intentaré ser más amable. Tienes razón, nadie debe ser tratado de esa manera."
A partir de ese día, Rosa notó un cambio en su hogar. La relación con su madrastra mejoró cada vez más y Rosa comenzó a sentirse más libre.
Rosa y Leo continuaron siendo amigos, y él la visitaba de vez en cuando, enseñándole a ser valiente y a creer en sí misma. Con el tiempo, Rosa se convirtió en una joven fuerte y decidida, siempre recordando lo importante que es ser amable y respetar a los demás.
"Cuando se tiene valor y amor propio, se pueden enfrentar muchas cosas en la vida," decía. Y así, Rosa vivió feliz y empoderada, transformando no solo su vida, sino también la de quien la rodeaba.
Y colorín colorado, este cuento se ha acabado.
FIN.