Rosalinda y la princesita de porcelana



Había una vez en un pequeño pueblo rodeado de verdes praderas y coloridas flores, una niña llamada Lucía. Lucía era especial, pues su abuela Jenny le había regalado una hermosa princesita de porcelana que siempre cuidaba con mucho cariño.

La princesita de porcelana se llamaba Rosalinda y tenía un vestido brillante y reluciente, con zapatos dorados y una corona de cristales.

Lucía la llevaba a todas partes, jugaba con ella en el jardín y dormía abrazada a ella cada noche. Un día, mientras Lucía estaba en la escuela, un fuerte viento sopló por el pueblo y derribó un árbol grande que cayó sobre la casa de la abuela Jenny.

Cuando Lucía regresó a casa, encontró a su abuela triste mirando los escombros de lo que había sido su hogar. "Abuela Jenny, ¿qué pasó aquí?" -preguntó Lucía preocupada. "Oh mi niña querida, ha sido un accidente.

Pero lo importante es que estamos bien" -respondió la abuela Jenny con lágrimas en los ojos. Lucía miró alrededor y vio que Rosalinda, su princesita de porcelana, estaba rota en mil pedazos entre los escombros. Se acercó lentamente y recogió los trozos con cuidado.

"Abuela Jenny, ¿crees que podemos arreglarla?" -preguntó Lucía con esperanza en los ojos. La abuela Jenny sonrió a su nieta y le dijo: "Vamos a intentarlo juntas".

Así comenzaron a recolectar todos los pedazos de Rosalinda y con paciencia y dedicación fueron pegándolos uno a uno. Pasaron horas trabajando juntas hasta que finalmente lograron reconstruir completamente a la princesita de porcelana. Cuando terminaron, Lucía tomó a Rosalinda entre sus manos y notó algo diferente en ella.

Ya no era solo una muñeca bonita; ahora representaba el amor inquebrantable entre ellas dos y el poder de trabajar juntas para superar cualquier obstáculo.

Desde ese día, Lucía aprendió una valiosa lección: no importa cuántas veces nos rompamos o caigamos; siempre hay alguien dispuesto a ayudarnos a levantarnos nuevamente. Y así fue como la princesita de porcelana se convirtió en un símbolo de fortaleza y amor para toda la familia.

Y aunque pasaran los años, Lucía nunca olvidaría aquel momento especial junto a su abuela Jenny, donde descubrió que las cosas más preciadas no son perfectas sino aquellas llenas de amor y significado verdadero.

FIN.

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