Rosita, la perrita de la abuela



Rosita era una perrita muy especial. Era negrita, chiquita y muy dulce, pero nadie la quería. Los demás perros del barrio se burlaban de ella por ser diferente y los humanos no le prestaban atención.

Un día, mientras Rosita buscaba comida en un basurero, una abuela la encontró y decidió llevarla a su casa. La abuela le dio un baño caliente, le puso un collar rosa y le dijo: "a partir de hoy te llamarás Rosita".

Rosita estaba feliz de tener un hogar y una familia que la quisiera. La abuela le daba mucho amor y cuidados, pero lo más importante era que la abuela la enseñaba cosas nuevas todos los días.

"Hoy vamos a aprender a sentarnos", dijo la abuela mientras sostenía una galleta frente al hocico de Rosita. Rosita intentó pararse sobre sus patitas traseras para alcanzar la galleta pero no lo logró.

"No te preocupes", dijo la abuela con ternura,"lo intentaremos otra vez mañana". Así fue como Rosita aprendió muchas cosas gracias a su nueva familia.

Aprendió a caminar con correa sin jalar ni morderla, aprendió a hacer sus necesidades afuera y hasta aprendió algunos trucos divertidos como dar vueltas o hacerse el muerto. Un día, cuando paseaban en el parque cerca de su casa, Rosita vio algo que nunca había visto antes: Un perro grande y animal jugando con unos niños.

"Mira Abueli! ¡Ese perro es enorme!"- exclamó asombrada"Sí" -respondió tranquilamente la Abuela"hay perros de todas las formas y tamaños, pero todos merecen amor y respeto". Rosita se acercó al perro grande para saludarlo pero él la ignoró.

Rosita se sintió triste, pero la abuela le explicó que cada perro tiene su personalidad y que no debía tomarlo como algo personal. Con el tiempo, Rosita siguió aprendiendo cosas nuevas y conociendo a otros perros del barrio.

Aprendió que no importa cómo seas o qué tamaño tengas, lo importante es ser amable y respetuoso con los demás. Un día, mientras paseaban por el parque, un niño pequeño se acercó corriendo hacia ellas. El niño estaba llorando porque había perdido a su peluche favorito.

"¿Lo has visto?" preguntó el niño desesperadoLa abuela le dijo al niño que buscarían juntos en todo el parque para encontrar el peluche. Rosita también se unió a la búsqueda olfateando entre los arbustos.

Finalmente encontraron al peluche atrapado entre las ramas de un árbol. El niño estaba tan feliz que le dio un gran abrazo a Rosita y agradeció mucho la ayuda de la Abuela.

Desde ese día, Rosita supo que era importante ayudar siempre que pudiera sin importar si era una persona o un animal necesitado. Rosita nunca olvidaría lo importantes que fueron esa Abueli amorosa y esa familia que la adoptó cuando nadie más quería hacerlo.

Y ella sabia desde entonces: "Siempre hay alguien ahí afuera necesitando amor"

FIN.

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