Rosita y la verdad en el campo



Había una vez en un hermoso campo, una gallina llamada Rosita que ponía huevos de oro. Todos los habitantes del lugar la querían mucho y cuidaban de ella para que estuviera feliz y contenta.

Un día, mientras Rosita estaba picoteando maíz en el corral, se acercó sigilosamente el zorro, un astuto animal que siempre estaba buscando cómo engañar a los demás para conseguir lo que quería. - ¡Hola, Rosita! -dijo el zorro con una sonrisa falsa-.

He oído hablar de tus maravillosos huevos de oro y me encantaría poder probarlos. ¿Podrías darme uno? Rosita, ingenua como era, accedió amablemente y le regaló un huevo al zorro.

Pero en lugar de agradecerle, el zorro pensó rápidamente en cómo quedarse con todos los huevos para él solo. - ¡Este huevo es delicioso! -exclamó el zorro con entusiasmo-, ¿me darías otro? Rosita no sospechaba las intenciones del zorro y le dio otro huevo sin dudarlo.

El zorro se marchó dando saltitos de alegría por haber encontrado una forma fácil de obtener riqueza. Pero al día siguiente, cuando Rosita fue a poner su primer huevo del día, se dio cuenta angustiada de que ya no podía hacerlo.

El susto fue grande y decidió pedir ayuda a sus amigos del campo: la vaca Margarita y el caballo Estrella. - ¡Oh no! -exclamó Margarita preocupada-. Debemos encontrar al culpable de esto antes de que sea demasiado tarde.

Decidieron entonces hacer guardia durante la noche para descubrir quién estaba robando los huevos de oro. Y así fue como pillaron in fraganti al astuto zorro intentando llevarse más huevos. - ¡Eres un tramposo! -gritó Estrella indignado-.

No puedes robar lo que no es tuyo. El zorro intentó escapar, pero entre Rosita, Margarita y Estrella lograron atraparlo antes de que pudiera causar más daño. Lo llevaron ante el juez del bosque, un sabio búho llamado Don Sabio.

Después de escuchar a cada uno contar su versión de la historia, Don Sabio dictaminó:- Zorro astuto, has cometido un grave error al querer quedarte con lo que no te pertenece.

Deberás devolver todos los huevos robados a Rosita como castigo por tu codicia. El zorro aprendió entonces que la honestidad y la amistad valen mucho más que cualquier riqueza mal habida. Y desde ese día se convirtió en amigo fiel de Rosita, ayudándola a proteger sus preciados huevos dorados.

Y colorín colorado, este cuento ha terminado. Que enseñanza nos deja: la amistad verdadera vale másque cualquier riqueza ajena.

FIN.

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