Rosita y las medusas luminosas


Había una vez en el fondo del mar, en el mágico reino de Atlántida, una ballena muy especial llamada Rosita.

Era conocida por su hermoso color rosa y por ser la más amable y cariñosa de todas las criaturas marinas. Un día, mientras jugaba con sus amigos peces payaso y delfines saltarines, Rosita se separó del grupo al perseguir a un banco de peces coloridos que pasaban rápidamente.

Sin darse cuenta, nadó cada vez más lejos hasta perderse por completo en las profundidades del océano. Al notar su ausencia, los demás habitantes marinos comenzaron a buscarla desesperadamente.

"¡Rosita! ¿Dónde estás?"- Se escuchaba a lo lejos mientras tortugas, pulpos y caballitos de mar se unían para intentar encontrar a su amiga perdida. Mientras tanto, Rosita seguía nadando sin rumbo fijo, asustada y solitaria en medio de la inmensidad azul. Fue entonces cuando se topó con una familia de medusas luminosas que flotaban suavemente entre las algas.

Ellas notaron la tristeza en los ojos de Rosita y decidieron ayudarla. "¿Qué te pasa, querida ballena rosada?"- Preguntó la madre medusa con voz suave y brillante.

Rosita les contó cómo se había separado de sus amigos y ahora no sabía cómo regresar a casa. Las medusas no dudaron ni un segundo en ofrecerle su ayuda.

Con sus tentáculos resplandecientes guiaron a Rosita hacia la dirección correcta, iluminando el camino con destellos multicolores que alegraban el corazón de la ballena perdida. Después de horas de travesía submarina, finalmente llegaron al arrecife donde todos sus amigos la esperaban ansiosos.

"¡Rosita! ¡Estábamos tan preocupados por ti!"- Exclamaron al unísono al verla llegar sana y salva junto a las amables medusas. La ballena rosada abrazó emocionada a cada uno de ellos, agradeciendo infinitamente por haberla rescatado.

Desde ese día, aprendió que nunca debía alejarse demasiado sin avisar a alguien cercano y valorar siempre la importancia de la amistad verdadera.

Y así, entre risas y cantos bajo el mar cristalino de Atlántida, Rosita comprendió que incluso en los momentos más oscuros siempre habría una luz brillante capaz de guiarla de vuelta a casa junto a quienes más quería. Y juntos continuaron disfrutando de aventuras inolvidables llenas de amor y compañerismo para toda la eternidad.

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