Rosita y su gran aventura en el kinder



Era una mañana soleada en el barrio de Rosita. Los pájaros cantaban alegres y el cielo estaba azul, pero en el corazón de Rosita había una nube oscura. Hoy era su primer día de kinder, y ella no quería separarse de sus papás.

"¿Mamá, puedo quedarme en casa un día más?" -le pidió, aferrándose a la pierna de su mamá.

"Rosita, hoy es un día especial. Vas a conocer nuevos amigos y jugar muchas cosas divertidas. Además, mamá y papá siempre van a estar esperando que vuelvas a casa. ¡Te prometo que todo va a salir bien!" -respondió su mamá, con una sonrisa.

Pero Rosita seguía sin estar convencida. Miró hacia el kinder y le parecieron unas enormes puertas que parecían gritarle: "¡No entres!".

"¿Y si no me gustan los juegos?" -se preguntó.

"¿Y si no tengo amigos?".

"¿Y si me pierdo?". Su cabecita estaba llena de dudas.

Su papá, que había estado escuchando, se agachó a su altura y le dijo:

"Rosita, cada día es una nueva aventura. Cuando yo era pequeño, también me daba miedo, pero descubrí que el kinder es como un gran parque de diversiones lleno de cosas maravillosas. Y, si en algún momento te sientes triste, siempre habrá una maestra o un amigo que te ayudará."

Con las palabras de su papá resonando en su mente, Rosita tomó una profunda respiración. Después de un momento de silencio, miró a su mamá y le dijo:

"Está bien, voy a intentar ir al kinder, pero quiero llevar mi peluche, Tito. Así no me sentiré tan sola."

Su mamá asintió, y juntas hicieron un pequeño ritual. Encontraron un lugar especial en la mochila de Rosita para que Tito viajara seguro.

Al llegar al kinder, todo parecía tan grande. El sonido de risas y juegos llenaba el aire, pero Rosita se sintió pequeña y asustada. Justo al cruzar la puerta, sus ojos se llenaron de lágrimas.

"No quiero estar acá, papá. Llévame a casa. ¡Quiero a mi casa!" -gritó con todas sus fuerzas.

Pero algo curioso sucedió. En ese mismo instante, una niña de su clase, de cabello rizado y una gran sonrisa, se le acercó.

"Hola, soy Valentina. ¿Quieres jugar con nosotras?" -preguntó mientras señalaba un juego de colores brillantes.

Rosita se secó las lágrimas y miró a Valentina. Era tan amable que decidió intentar.

"Está bien, voy a intentarlo..."

Fue a jugar y, para su sorpresa, descubrió que el juego era muy divertido. Rápidamente, se olvidó del miedo y comenzó a reír. Todos los niños se reían y compartían juguetes al igual que ella.

El tiempo pasó volando. Más tarde, la maestra se acercó a ella y le dijo:

"Rosita, ahora tenemos una actividad especial. Vamos a pintar. ¿Te gustaría hacer un dibujo de tu peluche, Tito?"

Rosita se iluminó y, con mucha emoción, tomó los colores para dibujar a su querido Tito. En ese momento, se dio cuenta de que estaba disfrutando y que más de un niño le preguntaba:

"¿Puedo probar tu color?".

Así fue como la mañana se convirtió en una tarde llena de juegos, risas y nuevas amistades. Cuando llegó la hora de irse, Rosita no quería que la divertida aventura terminara y compartió con sus papás todo lo que había hecho.

"Mamá, hoy pinté a Tito, jugué con Valentina y hasta reí con todos. El kinder es genial, ¡quiero volver mañana!" -dijo Rosita, con ojos brillantes.

Los padres de Rosita sonrieron al ver lo feliz que estaba.

"Te lo dije, cariño: cada día es una nueva aventura" -dijo su papá mientras la abrazaba.

Y así, cada mañana, Rosita iba al kinder lista para jugar, aprender y hacer nuevos amigos. Se dio cuenta de que la separación no era tan difícil y que siempre podría volver a casa. El miedo fue solo un pequeño monstruo que logró vencer con coraje y la ayuda de sus nuevos amigos.

Desde aquel día, el kinder se convirtió en su segundo hogar, un lugar donde la risa nunca se detenía y la amistad florecía, y cada tarde, emocionada, regresaba a casa con historias maravillosas para contar.

FIN.

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