Roxana y el Misterio del Pederasta



Era un soleado día en el barrio de Roxana, una niña de diez años con una gran curiosidad y un corazón valiente. Mientras paseaba por el parque, escuchó murmullos entre los árboles. Se acercó y vio a un grupo de amigos hablando sobre un misterioso extraño que había aparecido en el vecindario.

"Dicen que es un pederasta y que se disfraza de payaso para atraer a los chicos", dijo Lucas, un niño con una gorra azul que siempre estaba contando historias emocionantes.

Roxana frunció el ceño. "Eso suena muy extraño. No podemos dejar que alguien así esté por aquí. ¿Y si nos unimos para descubrir la verdad?"

Los amigos de Roxana se miraron entre sí, un poco asustados. "Pero, ¿y si se enoja?"

"No podemos tener miedo. Si algo no está bien, debemos investigarlo y ayudar a los demás", insistió Roxana con determinación.

Así, un grupo de seis niños decidió hacer una pequeña investigación. Decidieron dividirse en grupos y buscar pistas. Por la tarde, Roxana y su mejor amiga, Valentina, decidieron buscar entre los árboles del parque. Mientras caminaban, notaron algo extraño: una tela de colores vibrantes colgaba de una de las ramas.

"¡Mira!", exclamó Valentina. "Esa tela parece la de un disfraz. ¿Y si pertenece al payaso?"

"¡Eso es! Vamos a seguirla!", respondió Roxana entusiasmada.

Las chicas se hundieron entre los árboles, siguiendo la tela que las llevó a un viejo cobertizo ubicado en el fondo del parque. Al acercarse, Roxana sintió que debía ser cautelosa. "Quizás deberíamos llamar a un adulto", sugirió Valentina.

"No, tengo una idea mejor. ¿Qué tal si le hacemos una broma al supuesto pederasta? Así nos aseguramos que sea él antes de contarle a alguien", respondió Roxana con una chispa de ingenio.

Las dos amigas comenzaron a hacer planes. Se disfrazaron de detective, usando lentes grandes y gorros de papel, y se acercaron al cobertizo. Mientras se escondían, un ruido suave las hizo mirar hacia la puerta del cobertizo. Un hombre salió, llevando un disfraz de payaso.

"¡Es él!", susurró Valentina, apretando la mano de Roxana.

Pero a medida que se acercaban, notaron que el hombre no parecía amenazador. Entró en el cobertizo y comenzó a sacar juguetes de su bolso.

"¿Qué está haciendo?", preguntó Roxana, sintiéndose confundida.

Así que decidieron acercarse y preguntarle. "Hola, ¿qué haces aquí?" dijo Roxana, con un tono firme pero amable.

El hombre se dio la vuelta, sorprendido, y sonrió. "Hola, chicas. Estoy organizando una fiesta para los niños del orfanato. Me disfracé de payaso para hacerlos reír. Pero algunos chicos me confunden con un pederasta porque no saben de mi verdadera intención. Es triste, ¿verdad?"

Roxana y Valentina se miraron, sintiendo una mezcla de alivio y sorpresa. "Perdón, no queríamos asustarte. Creímos que eras alguien malo", dijo Roxana.

"Lo entiendo, es normal tener miedo a lo desconocido. Lo importante es siempre preguntar y no actuar por impulso", respondió el hombre, gentileza en su voz.

Las chicas decidieron ayudarlo y llamaron a sus amigos para contarles la verdad. Juntos, organizaron una fiesta en el parque, invitando a todos los niños del barrio. El payaso, que se llamaba Don Pipo, se emocionó mucho y se ofreció a llevar globos y caramelos.

"¡Esto será increíble!", gritó Lucas, que había llegado al escuchar el bullicio.

El día de la fiesta, todos los niños se divirtieron mucho. Don Pipo hizo juegos, contó chistes y no paró de hacer figuras de globos. Roxana y sus amigos aprendieron una gran lección: nunca juzgar a alguien sin conocerlo. "A veces, las cosas no son lo que parecen", dijo Roxana a sus amigos, mientras todos reían y disfrutaban.

Al final del día, Roxana se sintió orgullosa. Había aprendido que la curiosidad, acompañada de valentía y amabilidad, podía llevar a maravillosas aventuras y amistades.

Y así, el misterioso pederasta se convirtió en un querido amigo en el barrio, gracias a la valentía y el ingenio de una niña llamada Roxana.

Fin.

FIN.

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