Rubén el Rey y los Dragones del Bosque



Era una vez un reino lejano, donde vivía un rey llamado Rubén. Rubén era un rey muy especial, porque tenía la risa más contagiosa de todo el reino. La gente decía que solo escuchar su risa podía alegrar hasta el día más nublado.

Un día, mientras Rubén paseaba por el bosque cercano al castillo, escuchó un susurro entre los árboles. Intrigado, se acercó y se encontró con un pequeño dragón de escamas brillantes y ojos curiosos.

"Hola, pequeño dragón. ¿Qué haces aquí solo?" - preguntó Rubén con una gran sonrisa.

"Hola, rey Rubén. Estoy perdido y necesito ayuda. Mi hogar está en el otro lado del bosque, pero hay una sombra oscura que me asusta y no puedo cruzar" - respondió el dragón, temblando un poco.

Rubén sintió un fuerte deseo de ayudar. Decidió que juntos tendrían que enfrentar lo que fuera que los asustaba. Pero antes de hacer cualquier cosa, Rubén miró al dragón y sonrió:

"No hay nada que temer, tengo una idea: vamos a reírnos. La risa siempre aleja las sombras y trae luz."

El dragón, muy confundido, aceptó la propuesta. Juntos comenzaron a hacer ruidos graciosos y a contar chistes. La risa de Rubén resonó entre los árboles, y poco a poco, la sombra oscura se fue desvaneciendo.

Una vez que la sombra se disipó, Rubén y el pequeño dragón decidieron ir en busca del hogar del dragón. Pero a medida que se aventuraban más en el bosque, comenzaron a escuchar un rugido profundo y aterrador.

"¿Qué fue eso?" - preguntó el dragón, asustado.

"No te preocupes, estoy seguro de que es solo un dragón más grande. Tal vez también se sienta solitario" - dijo Rubén tratando de calmarlo.

Así que siguieron avanzando hasta que finalmente llegaron a un claro donde encontraron un enorme dragón de color esmeralda. Este dragón parecía triste y gruñía.

"¿Por qué estás tan triste, amigo dragón?" - preguntó Rubén, acercándose con cautela.

"He perdido a mis amigos. Ellos volaron hacia el cielo y nunca regresaron. Desde entonces, este bosque se ha vuelto oscuro y solitario" - respondió el dragón esmeralda.

Rubén lo miró y con su característica risa dijo:

"¡Eso no puede ser! ¿Qué tal si organizamos un gran festejo para que vengan tus amigos? Podríamos hacer música, juegos y, sobre todo, mucha risa."

El dragón esmeralda, aunque escéptico, aceptó la propuesta. Rubén se puso a trabajar y convocó a todos los animales del bosque. Usaron flores, frutos y todo lo que encontraban para decorarlo. Cuando todo estuvo listo, Rubén comenzó a reír y a invitar a todos a unirse a la fiesta.

La risa de Rubén atrajo a dragones de todos los rincones del cielo. Unos bajaron en picada, otros llegaron volando despacio, pero todos estaban emocionados por la fiesta. El dragón esmeralda, al ver a sus amigos, estalló en un grito de felicidad.

"¡Mis amigos! Gracias, rey Rubén, por traer de vuelta la alegría."

"¡Solo fue un poco de risa y amor!" - respondió Rubén, sonriendo.

Esa noche, el bosque se llenó de risas y música. Todos bailaron bajo la luna y compartieron historias. El rey Rubén no solo había ayudado a un pequeño dragón perdido, sino que también había traído de vuelta la felicidad al dragón esmeralda y su comunidad.

Desde ese día, Rubén fue conocido como el rey que salvó al mundo de los dragones, no solo porque enfrentó sus miedos, sino porque les enseñó que a través de la risa y la amistad se pueden superar los momentos oscuros.

Y así, el reino vivió feliz, siempre recordando que una risa puede cambiarlo todo.

FIN.

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