Rueditas y la Pista Mágica



En un colorido barrio lleno de ruidos y risas, vivía un carrito azul llamado Rueditas. Era un carrito muy especial, porque contaba con una pista nueva, brillante y divertida. La pista estaba decorada con rayas de colores y tenía curvas emocionantes. Rueditas estaba muy emocionado con su nueva pista y pasaba horas jugando solo. Sin embargo, con el tiempo se dio cuenta de que jugar solo no era tan divertido como pensaba.

Un día, mientras deslizaba veloz por su pista, dijo en voz alta:

- ¡Oh, qué divertida es mi pista! No quiero que nadie más juegue con ella, es solo para mí.

Rueditas se sintió feliz por un momento, pero pronto el entusiasmo se desvaneció y se sintió un poco triste. Entonces, decidió ir a buscar a sus amigos; la pequeña camioneta verde llamada Grinchy, el alegre auto de carreras amarillo llamado Rayo y la linda furgoneta rosa llamada Chispita.

- ¡Hola, amigos! – exclamó Rueditas al encontrarlos. – Tengo una pista nueva, ¡quiero que vengan a jugar!

- ¿De verdad? – preguntó Chispita con sus ojitos brillantes de emoción. – Suena genial, ¡me encanta jugar!

- Pero… – dudó Rueditas, mirando su pista. – No sé si quiero que todos jueguen, podría romperse.

- Vení, Rueditas, a veces compartir significa tener más diversión – dijo Rayo con una gran sonrisa. – Además, somos amigos, ¡y juntos siempre encontramos una forma de jugar sin romper nada!

Rueditas pensó por un momento. Recordó todas las veces que había jugado con sus amigos y se dio cuenta de que lo había disfrutado mucho más que jugar solo. Entonces decidió:

- Está bien, ¡vengan a jugar conmigo!

Los amigos de Rueditas estaban muy felices y corrieron hacia la pista. Cuando todos comenzaron a jugar, la pista se llenó de risas y gritos de alegría. Rueditas se deslizó por la pista mientras sus amigos lo seguían, haciendo carreras y creando nuevas travesuras. Grinchy, Rayo y Chispita hacían acrobacias, y juntos aprovecharon cada rincón de la pista mágica.

De repente, mientras corrían, Rayo lanzó su juguete al aire y este aterrizó justo en la curva más colorida de la pista. Todos se detuvieron en seco, un poco preocupados.

- ¡Oh no! – exclamó Chispita. – ¿Qué haremos?

Rueditas, mirando a sus amigos y recordando que la diversión estaba en compartir, sonrió y dijo:

- No se preocupen, ¡podemos ayudar a recuperarlo juntos!

Entonces, cada uno tomó una parte de la pista y, trabajando en equipo, encontraron la manera de sacar el juguete sin perjudicar la pista. Fue una experiencia divertida, y al final, todos se rieron de lo ocurrido.

- ¡Lo logramos! – exclamó Grinchy mientras se limpiaba un poco de polvo. – Es mucho más divertido cuando jugamos juntos, aunque tengamos que ayudar a arreglar algunas cosas.

Rueditas sintió una alegría inmensa. Miró a sus amigos y dijo:

- ¡Gracias por ayudarme y por recordarme lo genial que es compartir!

A partir de ese día, Rueditas nunca volvió a jugar solo en su pista. Siempre invitaba a sus amigos y juntos creaban nuevas aventuras. Aprendió que compartir no solo es mejor, ¡sino que también hace que la diversión sea mucho más grande! Y así, Rueditas, Grinchy, Rayo y Chispita compartieron muchas risas y juegos en la colorida pista, haciendo del barrio un lugar lleno de alegría.

Y así, todos vivieron felices para siempre.

FIN.

Dirección del Cuentito copiada!