Rufino y el premio del perrito caliente



Había una vez en una hermosa playa de la costa argentina un pequeño armadillo llamado Rufino. Rufino era curioso y amaba pasear por la orilla del mar, observando a los turistas disfrutar del sol y las olas.

Pero lo que más le llamaba la atención era un carrito de perros calientes que siempre estaba cerca de su madriguera.

- ¡Qué ricos deben ser esos panes con salchichas! -susurraba Rufino para sí mismo mientras veía a la gente hacer fila para comprar. Un día, mientras se acercaba sigilosamente al carrito, escuchó al dueño decir:- ¡Hoy voy a cerrar temprano! Tengo que irme a arreglar mi viejo bote para salir a pescar mañana.

Rufino sintió una chispa de emoción recorrer su caparazón. Sabía que esta era su oportunidad para probar uno de esos apetitosos perros calientes. Esperó pacientemente escondido entre las rocas hasta que el vendedor cerró el puesto y se fue.

- ¡Ahora es mi momento! -exclamó el armadillo emocionado, corriendo hacia el carrito. Sin embargo, cuando llegó allí se dio cuenta de algo terrible: no tenía dinero para comprar un perro caliente.

Estaba tan decepcionado que comenzó a caminar lentamente por la playa, con la cabeza gacha y el corazón triste. De repente, escuchó unas risas alegres provenir de unos niños que jugaban en la arena. Se acercó curioso y les preguntó qué los hacía reír tanto.

Los niños le contaron sobre un concurso de castillos de arena que estaban organizando al otro lado de la playa y lo invitaron a participar. - ¿Yo? ¿Participar en un concurso? -preguntó Rufino sorprendido.

Los niños asintieron entusiasmados y le explicaron que el premio del concurso era justamente un año entero de perros calientes gratis en el carrito del vendedor. El armadillo no podía creer su suerte y decidió unirse al desafío.

Con mucho esfuerzo y trabajo en equipo, Rufino y los niños construyeron el castillo más increíble que jamás se hubiera visto en esa playa.

Cuando llegó el momento de la votación, todos quedaron maravillados por la creatividad y dedicación del equipo ganador: ¡Rufino y sus nuevos amigos! El premio fue entregado solemnemente al pequeño armadillo, quien no podía contener su felicidad. Desde ese día en adelante, Rufino disfrutaba cada tarde de un delicioso perro caliente cortesía del amable vendedor como recompensa por su valentía e ingenio.

Y así, gracias a su espíritu aventurero y solidario, Rufino aprendió una importante lección: nunca hay que rendirse ante los obstáculos porque incluso las situaciones más difíciles pueden tener soluciones inesperadas si uno mantiene una actitud positiva e intenta trabajar junto a otros hacia un objetivo común.

FIN.

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