Rufino y la ovejita valiente



Había una vez en una granja en la provincia de Buenos Aires, un cochinito llamado Rufino.

Rufino era muy travieso y juguetón, pero a diferencia de los otros animalitos de la granja, no tenía amigos con quienes compartir sus travesuras. Un día soleado, mientras los otros animales corrían y saltaban juntos por el campo, Rufino se sentía solo y triste.

Se acercaba a los demás tratando de jugar con ellos, pero siempre lo rechazaban por su mal comportamiento pasado. Rufino no entendía por qué nadie quería ser su amigo. Un día, mientras caminaba por el bosque cercano a la granja, Rufino se encontró con un zorrito llamado Mateo.

Mateo estaba construyendo una madriguera y parecía muy concentrado en su tarea. Rufino decidió acercarse y entablar conversación. -¡Hola! Soy Rufino, ¿qué estás haciendo? - preguntó curioso el cochinito. -Hola Rufino, soy Mateo. Estoy construyendo mi hogar aquí en el bosque -respondió amablemente el zorrito.

-¿Puedo ayudarte? -preguntó entusiasmado Rufino. -Claro que sí, ¡será más divertido construir juntos! -dijo Mateo con una sonrisa. Desde ese día, Rufino y Mateo se convirtieron en grandes amigos.

Juntos exploraban el bosque, jugaban al escondite y compartían historias bajo la luz de la luna. La amistad entre el cochinito travieso y el zorrito ingenioso era única e inquebrantable. Un día, mientras jugaban cerca del arroyo que cruzaba el bosque, escucharon unos gritos desesperados.

Era Martina, una ovejita del campo vecino que había caído al agua y no sabía nadar. Sin dudarlo ni un segundo, Rufino saltó al arroyo y logró rescatar a Martina antes de que fuera arrastrada por la corriente.

-¡Gracias por salvarme! ¡Eres un verdadero héroe! -exclamó Martina entre lágrimas de emoción. -No hay problema Martina, para eso están los amigos -respondió humildemente Rufino.

La noticia sobre la valentía de Rufino se extendió rápidamente por toda la granja y pronto todos los animales lo admiraban y respetaban. Desde ese día en adelante, Rufino ya no se sentía solo ni incomprendido; ahora tenía muchos amigos que valoraban su nobleza y coraje.

Y así fue como el cochinito travieso encontró la verdadera amistad en medio del bosque gracias a su bondad y valentía.

A partir de ese momento comprendió que tener amigos verdaderos no depende de cuántas travesuras hagas o cuán diferente seas; sino de demostrar amor incondicional hacia los demás y estar siempre dispuesto a tenderles una pata cuando más te necesiten. Y colorín colorado este cuento ha terminado; esperemos que haya inspirado a muchos niños a valorar la importancia de ser buenos amigos como lo hizo nuestro querido amigo Rufino.

FIN.

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