Rufino y sus amigos de la granja
Había una vez un cerdito llamado Rufino que vivía en una granja en las afueras de un pequeño pueblo. Un día, mientras jugaba cerca del bosque, se distrajo y terminó adentrándose en él.
El cielo se oscureció rápidamente y empezó a llover con fuerza, haciendo que Rufino se perdiera por completo. El pobre cerdito caminó sin rumbo fijo entre los árboles frondosos y el sonido de la lluvia creando un ambiente tenebroso a su alrededor.
Estaba asustado y triste porque no sabía cómo regresar a casa. Pero su suerte comenzó a cambiar cuando divisó a lo lejos una luz tenue que provenía de una granja cercana.
Rufino corrió lo más rápido que pudo hacia la granja y al llegar, encontró nuevos amigos: la vaca Matilde, la tortuga Tita, la gallina Carmela, el perro Ramón y el pollito Pepe.
Todos ellos lo recibieron con alegría y calidez, notando que el cerdito estaba mojado y temblando del frío. "¡Hola Rufino! ¡Bienvenido a nuestra granja!", exclamó Matilde con una sonrisa amable. "¡Gracias por recibirme! Me perdí en el bosque y no sabía qué hacer", respondió Rufino con voz temblorosa. "No te preocupes, amigo.
Aquí estarás seguro y cuidado", aseguró Tita mientras le ofrecía refugio bajo su caparazón. Los días pasaron y Rufino se adaptó rápidamente a su nueva vida en la granja junto a sus entrañables amigos animales.
Descubrió que cada uno tenía algo especial para compartir: Carmela le enseñaba a buscar gusanos en el patio, Ramón lo llevaba de paseo por los campos verdes e interminables, Pepe jugaba carreras con él por todas partes; incluso Matilde compartía sus secretos para encontrar los mejores charcos de barro donde revolcarse juntos.
Un día soleado, mientras todos estaban reunidos en el patio disfrutando del buen clima, Rufino recordó repentinamente su hogar en la otra punta del bosque.
Se entristeció al pensar en cómo extrañaba a su familia humana pero sus amigos lo rodearon para consolarlo. "No te pongas triste Rufino", dijo Pepe saltando emocionado. "Aquí tienes una nueva familia que te quiere mucho". "Es verdad", agregó Carmela picoteando maíz del suelo. "Estamos juntos ahora y siempre seremos tu apoyo".
Rufino sintió entonces un cálido amor abrazándolo desde todos lados gracias al cariño sincero de sus amigos animales.
Supo que aunque extrañara su hogar anterior, había encontrado un lugar especial donde pertenecía realmente: la granja junto a Matilde, Tita, Carmela, Ramón y Pepe. Así fue como Rufino aprendió valiosas lecciones sobre amistad incondicional, solidaridad entre diferentes especies e importancia de adaptarse ante los cambios inesperados de la vida.
Y aunque nunca olvidaría sus raíces ni dejaría de querer a quienes dejó atrás en el bosque distante; supo también reconocer el valor presente de tener nuevos compañeros dispuestos a compartir risas bajo el sol o charcos revueltos tras las tormentas.
FIN.