Rufus, Pancho y Margarita
Había una vez en la ciudad de Buenos Aires, un perro llamado Rufus y un burro llamado Pancho.
Rufus era un perro callejero muy astuto y juguetón, mientras que Pancho era un burro trabajador y tranquilo que solía llevar mercancías por las calles. Un día, mientras paseaban por el parque, vieron a lo lejos un taxi vacío. Sin pensarlo dos veces, decidieron subirse para dar un paseo diferente por la ciudad.
El taxista, sorprendido al ver a los dos animales en su asiento trasero, decidió seguirles el juego y arrancó el auto. Rufus se asombraba al ver los edificios altos y las luces brillantes de la gran ciudad.
-¡Pancho! ¡Estamos volando por las calles! Esto es increíble -exclamó emocionado-. Pero debemos tener cuidado con los semáforos y respetar las normas de tránsito. Pancho asintió con tranquilidad mientras disfrutaba del aire fresco que entraba por la ventanilla del taxi. -Tienes razón, Rufus.
Es importante ser responsables en todo momento, incluso cuando nos divertimos. El trayecto continuó sin problemas hasta que llegaron a una intersección donde había mucho tráfico. El taxista intentó maniobrar entre los autos pero quedaron atrapados en medio del caos vehicular.
-¡Oh no! ¿Qué haremos ahora? -dijo Rufus preocupado-. No podemos quedarnos aquí para siempre. Justo en ese momento apareció una paloma volando cerca de ellos. Era Margarita, una paloma mensajera muy sabia y conocedora de la ciudad.
Margarita se posó en el espejo retrovisor del taxi y les dijo: -No se preocupen, amigos. Conozco un atajo que nos sacará de aquí rápidamente. Los tres animales confiaron en Margarita y siguieron sus indicaciones.
Tomaron calles alternativas hasta llegar a un parque tranquilo donde pudieron disfrutar de un paseo relajado. -¡Muchas gracias, Margarita! -dijeron Rufus y Pancho al unísono-. Sin tu ayuda, no hubiéramos podido salir del tráfico.
Margarita sonrió y les respondió: -Recuerden siempre que, en momentos difíciles, es importante pedir ayuda a los demás. Juntos podemos superar cualquier obstáculo. Desde aquel día, Rufus aprendió que ser aventurero también implica ser responsable con las normas de tránsito.
Pancho descubrió que la diversión puede encontrarse incluso en los momentos más inesperados. Y Margarita siguió volando por los cielos de Buenos Aires llevando mensajes de amistad y sabiduría a todos los animales de la ciudad.
Así termina esta historia llena de enseñanzas para niños y niñas sobre la importancia de la responsabilidad, el trabajo en equipo y la importancia de pedir ayuda cuando sea necesario.
FIN.