Rulos valientes



Había una vez un niño llamado Kevin, que tenía unos rulos hermosos y rebeldes. A él le encantaban sus rulos, pero su mamá siempre le decía que era hora de cortarse el pelo.

Un día, mientras Kevin estaba jugando en el parque con sus amigos, se acercó la señora Rosa, la peluquera del barrio. La señora Rosa siempre llevaba consigo unas tijeras enormes y una capa de colores brillantes.

- ¡Hola Kevin! ¿Vienes a cortarte el pelo hoy? - preguntó la señora Rosa con una sonrisa. Kevin frunció el ceño y respondió: - No quiero cortarme el pelo. Me gustan mis rulos así como están.

La señora Rosa intentó convencerlo diciendo: - Pero Kevin, si te cortas el pelo vas a estar más fresco para jugar en verano y tus rulos volverán a crecer más fuertes y bonitos. Pero Kevin no cedía. Él amaba sus rulos y no quería deshacerse de ellos.

A medida que pasaban los días, las personas del barrio empezaron a opinar sobre los rulos de Kevin. Algunos decían que eran muy desordenados, otros decían que parecían nubes esponjosas. Incluso algunos niños se burlaban de él llamándolo —"Rulito" .

Esto hizo sentir triste a Kevin. Se preguntaba por qué todos querían cambiar su apariencia cuando él estaba feliz siendo quien era. Un día, mientras caminaba por el parque pensativo, encontró un pajarito atrapado en un arbusto lleno de ramitas entrelazadas.

El pajarito estaba asustado y no podía volar. - ¡Pobre pajarito! - exclamó Kevin. - Debo ayudarlo. Con mucho cuidado, Kevin comenzó a desenredar las ramitas que atrapaban al pajarito.

Era una tarea difícil, pero él no se rindió. Después de un rato, finalmente logró liberar al pajarito. El pajarito miró a Kevin con gratitud y luego, para sorpresa de Kevin, comenzó a cantarle una hermosa melodía. - ¡Qué lindo canto tienes! - dijo Kevin emocionado.

- ¿Sabes? A mí también me gusta cantar cuando estoy feliz. El pajarito se posó en el hombro de Kevin y juntos caminaron de regreso al parque.

Mientras tanto, la noticia sobre el rescate del pajarito se había extendido por todo el barrio. Cuando llegaron al parque, todos los vecinos estaban allí esperándolos. La señora Rosa había organizado una pequeña fiesta para celebrar la valentía y bondad de Kevin.

- Querido Kevin - dijo la señora Rosa conmovida -, has demostrado que lo más importante es ser uno mismo y hacer lo correcto sin importar lo que digan los demás.

Los vecinos aplaudieron y felicitaron a Kevin por su acto heroico mientras él sonreía orgulloso junto al pajarito en su hombro. Desde ese día, todos aprendieron a valorar los rulos de Kevin tal como eran: únicos y especiales.

Y aunque algunas personas aún opinaban sobre ellos, ya no le importaba tanto porque sabía que sus rulos eran parte de lo que lo hacía ser él mismo. Y así, Kevin vivió feliz y orgulloso de sus rulos, siempre recordando que la verdadera belleza está en aceptarse y quererse tal como uno es.

FIN.

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